6 DE AGOSTO DE 2021
Hermógenes Pérez de Arce
Pobre Chile, llega a dar pena, sobre todo viendo convencionales bailar en una ronda de invocación a la Pachamama, a los sones de una canción antinorteamericana de Víctor Jara compuesta con motivo de la guerra de Vietnam. Aquí ahora mandan ellos, la cacique Elisa Loncón y la machi Linconao. Y han aprendido rápido de los políticos: se han aumentado las asignaciones de gasto en más de 150 % y la segunda nos tiene a los contribuyentes financiándole un apart-hotel de un millón 800 mil pesos, porque, dice, no tenía dónde quedarse en Santiago.
Se hace todo lo que dice la izquierda con el concurso de parte de la derecha. Los grandes disparates nacionales (robo de la Gran Minería, reforma agraria, triunfo del “Apruebo”) siempre han contado con apoyo de derecha, la mitad de la cual recién votó por arruinarnos el futuro. Ahora el desastre es nada más que cuestión de tiempo. Los 23 mil millones de reservas de fondos soberanos que había en 2019 ya se han reducido a 10 mil millones. El balance de ingreso de dólares positivo de 10 mil millones anuales se volvió negativo en 2.500 millones en 2020 y este año será peor. Se han comido y bailado 30 % de los fondos de jubilación. El endeudamiento externo del gobierno aumentó de 27 % a 34 % del PIB en estos dos años y cuando ya no nos queden reservas nadie nos va a seguir prestando como hasta ahora y deberemos de nuevo tener que limosnear, como antes del ‘73. Estamos volviendo al Chile que conocí toda mi vida de entonces, pobre y sin crecimiento, pero con racionamiento de luz, sin escaleras mecánicas, sin autos nuevos, con margarina en vez de mantequilla, carne de equino en vez de vacuno, huelgas a cada rato, inflación, escasez (o ambas a la vez), nada de lo cual conocieron los millenials y centennials que son actual mayoría electoral, completamente ignorantes de la historia real y creyéndose todas las consignas comunistas.
Me ha impresionado que en el colegio “high” del Verbo Divino de Presidente Errázuriz brotara una “primera línea cuica” en el IV Medio, que usó capuchas, hizo destrozos, vació los extinguidores y saltó las rejas huyendo por la calle. Niñitos ricos imbéciles que quisieron tener su propio “estallido” para estar a la moda, al igual que lo hacen cuando compran caros y se ponen blue-jeans rotos.
La imbecilidad siempre tuvo un papel en la historia, sobre todo en la del Chile más reciente. Si no, expliquen cómo fue que la mitad de la derecha haya votado “Apruebo”, comenzando por más de la mitad de los ministros del “gobierno de centroderecha” (“it’s a joke”). Por eso quedó sólo un 22 % de gente razonable e inteligente que votó “Rechazo”. Antes éramos 44 % (votación del “Sí”), es decir, la mitad se volvió imbécil, con Lavín, Desbordes y Longueira a la cabeza. Fue como otra pandemia, pero política.
Y la violencia también tiene muchos votos. Yo creía que doña Fabiola Campillay era una pacífica señora que estaba esperando locomoción cuando le cayó una bomba lacrimógena lanzada por carabineros en medio de los desórdenes provocados por la primera línea. Pero ahora ella ha anunciado que va a ser candidata a senadora por una lista de tendencia subversiva y ha hecho un llamado a “destruirlo todo y quemarlo todo", lo que me hace sospechar que a lo mejor no estaba esperando locomoción y hasta puede haber estado practicando lo que ahora predica. Seguro que llegará a ser senadora con esos méritos. Así es la mayoría actual, sobre todo en la Convención. El otro día votaron 105 del total de 155 convencionales en favor de liberar a los delincuentes presos durante la revuelta. Es decir, tienen los 2/3 necesarios para destruir el modelo chileno y regresarnos a la mediocridad anterior o, peor, al marxismo-leninismo “integral” que confesaba buscar Allende en su entrevista con Regis Debray. Atria ya debe tener el texto listo.
Pobre Chile. Con la derecha reducida a la mitad y la izquierda a tope, vamos camino a otros “mil días”. Pero tras ellos volverá a gestarse una nueva mayoría que, en medio de la crisis, la inflación, la escasez y la violencia, va a volver a clamar, “¡necesitamos un Pinochet!”. Hasta en Cuba se ha oído ese grito. Para entonces los sucesores de él van a estar pidiendo su propio “pacto de garantías” antes del volver a intervenir, pues es de suponer que ya no estarán dispuestos a que, después de volver a “sacar del fuego las castañas” con su mano, los políticos los traicionen otra vez.
Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/
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