8 DE FEBRERO DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Aparte de la pandemia, Chile tiene dos problemas actuales: la violencia revolucionaria y la inmigración descontrolada. El primero se resuelve con el uso de la fuerza pública, pero no tenemos un régimen capaz de utilizarla, así es que debemos esperar al cambio de gobierno para que el orden se restablezca y se nos vuelva al estado de tranquilidad y paz internas que nos legó Pinochet. El segundo problema, en cambio, sí tiene solución más próxima y se resolvería extendiendo a otros países el modelo económico-social imperante en Chile y que la izquierda describe como "capitalismo salvaje", bajo el cual los inmigrantes, que "votan con los pies", están masivamente procurando venirse a vivir.

Gente de todo el subcontinente viene en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Entre el paraíso socialista de Venezuela y el cruel capitalismo salvaje de Chile, millones prefieren el segundo. La comuna de Colchane y el pueblo fronterizo boliviano de Pisiga hoy están abarrotados y se han visto invadidos por miles de venezolanos (y también colombianos y haitianos, aunque en menor número) que votan con los pies. ¿Cuál sería entonces la solución para contener este flujo que crea tan grandes hacinamientos fronterizos? Obviamente, que se establezcan capitalismos salvajes en los países de los cuales arranca la gente, como Cuba, Venezuela, Nicaragua e incluso, como hemos visto, Colombia y Haití.

Y conste que los frutos del capitalismo salvaje para los pobres acá podrían todavía ser mucho mayores, si la burocracia roja no se quedara con parte del "gasto social" y si, a la vez, se suprimieran botaderos de plata como las pérdidas del Transantiago, que cuando era privado generaba excedentes; los falsos exonerados políticos, las 30 mil pensiones vitalicias regaladas por Lagos a quienes alguna vez fueron interrogados por sus nexos con el terrorismo y el incesante chorro de miles de millones de pesos que la justicia de izquierda regala como indemnización a la guerrilla de los 70 y 80 que no pudo hacerse del poder por las armas. Los ex guerrilleros hoy canosos y cada vez más gordos, siempre le mandan saludos a mi mamá cuando me ven por la calle. Más encima, el memorable artículo de Rolf Lüders del 01.11.19 en "La Tercera" (Q.E.P.D.) demostró que si el gasto social se diera directamente a los dos deciles más pobres, cada familia tendría $2,5 millones mensuales y ya no sería pobre, con la consiguiente disminiución de la desigualdad.

Si los revolucionarios de izquierda buscaran realmente un mayor bienestar social en toda América Latina, deberían luchar por extender a todo el continente un capitalismo salvaje como el de Chile, hacia donde se dirigen en forma masiva los migrantes día a día, votando democráticamente con los pies.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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