1 DE DICIEMBRE DE 2020 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Mario Vargas Llosa le preguntó a Sebastián Piñera, en un foro internacional, qué había hecho con el mejor país de América Latina, ahora sumido en la violencia revolucionaria de izquierda. La respuesta de Piñera fue larga, como siempre son las de los culpables, pero pudo haber sido corta y más correcta: "Favorecer a la guerrilla con la impunidad y mucho dinero, perseguir a militares y carabineros, buscar el reemplazo de la Constitución, subir los impuestos, crear ministerios y minar una base del crecimiento: la previsión fundada en la capitalización individual". Y pudo ser más corta aún: "Garantizar la impunidad a los violentos". Una funcionaria pública, la Defensora de la Niñez, llama a los niños a "saltarse los torniquetes", la conducta que dio inicio al conato revolucionario hoy triunfante.

En el reciente plebiscito votó sólo la mitad de la gente, y el 78 % de ella quiso otra Constitución. Otro modelo. En Vitacura, donde había triunfado el "Rechazo", acaba de imponerse ahora, como candidata a alcaldesa de la coalición de gobierno, una partidaria del "Apruebo", gracias a que la gente casi no fue a votar en las primarias. Parece que ya no queda ni siquiera eso.

Como "Júpiter ciega a quienes quiere perder", la mayoría comparte un diagnóstico errado: el modelo económico-social generó malestar. Falso: el modelo dio, sobradamente, los recursos para que no hubiera ningún malestar, pero la clase política y, en particular, la burocracia de izquierda, se quedó con la plata. Si el "gasto social" del presupuesto hubiera ido a los pobres, no habría pobres; si los sueldos millonarios del sector público (32 % mayores que los del privado) se redujeran en sólo 10 %, podría financiarse una jubilación básica no menor a 400 mil pesos mensuales para todos.

Si las familias pobres pudieran recibir el gasto social en educación, sus hijos podrían financiar los mejores colegios y la enseñanza daría un salto cualitativo gigantesco. Si los pobres pudieran recibir el gasto público en salud, podrían estar en Isapres y con los mejores seguros, sin "listas de espera".

Pero ya no queda nada, salvo la violencia. El doctor en Economía John Cobin se defendió del asalto de una turba a su camioneta, con su arma inscrita. Disparó al pavimento y un rebote hirió a un asaltante de los que gritaba "¡hay que matarlo!". Ha sido condenado a once años de presidio por varios "homicidios frustrados". El Intendente de Piñera se querelló contra él como si hubiera salido a matar, cuando sólo se defendió.

Del mismo modo, los militares que frustraron el asalto violento al poder en 1973, hoy son perseguidos por la justicia de izquierda, contra todas las leyes. Hay doscientos presos políticos, condenados ilegalmente y miles de procesos más en ciernes.

Del "mejor país de América Latina", que se logró con el modelo de sociedad libre y con el respeto de la ley ("rule of law", "estado de derecho"), que legó Pinochet, Mario, ya no queda nada. 

Hiciste mal en preguntarle por él a su principal enterrador.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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