27 DE NOVIEMBRE DE 2020 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


La UDI es un partido que, como todo cuanto cae bajo el influjo de Piñera, está completamente desvirtuado. Muchas veces me he preguntado qué habría dicho Jaime Guzmán si hubiera visto las volteretas que se ha dado la colectividad que fundó, partiendo con la persecución contra los militares y terminando en el 70 % de apoyo que en su consejo nacional halló la deleznable idea de borrar de su Declaración de Principios el reconocimiento al legado del gobierno militar, que el propio Jaime había redactado de su puño y letra. 

Párrafo aparte merece el maltrato que el ex alcalde de Providencia, Cristián Labbé, recibió de esa colectividad, tras perder la reelección a manos de Josefa Errázuriz, merced a una maniobra masiva de traslado de electores de la extrema izquierda. Todavía recuerdo la fila bulliciosa de electores rojos que se formó, en la cual yo era una aislada excepción de un ciudadano de derecha que también trasladaba su inscripción para defender al exitoso alcalde de la asonada marxista. Pero ésta fructificó y decidió los comicios en favor de Josefa, cuya medida más memorable fue cambiar el nombre de la Av. 11 de Septiembre por el de Nueva Providencia, siendo todas sus demás decisiones particularmente olvidables. En las mesas antiguas de Providencia ganó, como siempre, Labbé, por cierto, pero la marea roja en su contra fructificó en las nuevas y terminó derrotado por el masivo traslado izquierdista.

Después, la dictadura judicial imperante se encargó de acentuar la persecución contra el oficial que había sido tan próximo a Pinochet y lo sometió a proceso basada en la risible afirmación de un sujeto que sostenía haber sido maltratado en 1973 por el entonces teniente Labbé. Todo completamente ilegal y antijurídico, pues habían mediado la amnistía, declarada jurídicamente válida por la Corte Suprema en Pleno en 1990, ratificando jurisprudencias anteriores; y la prescripción. Pero la legalidad de sus fallos es lo que menos importa a la dictadura judicial chilena, como es bien sabido y hasta lo confesó ante las cámaras de TVN, en mi presencia, el inolvidable juez rojo Alejandro Solís.

Pero el hijo de igual nombre de Cristián Labbé apareció silenciosamente, en 2017, en la lista de candidatos a consejeros regionales que se elegían por primera vez y, sin propaganda ni promoción alguna, obtuvo 74 mil votos, más que todos los candidatos a consejeros, diputados y senadores del partido ese año, con la posible excepción de Joaquín Lavín, derrotado entonces por Francisco Chahuán en la senatorial porteña. Es que Cristián Labbé es, como ninguno, un nombre simbólico del gobierno militar y concentra la odiosidad política en su contra que va desde el piñerismo hasta el comunismo y el frenteamplismo pero, al mismo tiempo, es el que más sufragios cosecha para la UDI y compite con Lavín sin gozar en nada de la exhibición farandulesca ni de la promoción en los medios que recibe éste.

Y, así, ahora resulta que la UDI presenta a Cristián Labbé, hijo, como su candidato nada menos que a la Gobernación de la Región Metropolitana, candidatura que ya se desearía cualquiera de los caciques más ambiciosos de la tienda que no han podido encontrar una tribuna espectable desde la cual proyectar su imagen en la escena nacional. ¿Por qué? Porque hay un gran contingente silencioso que añora a Pinochet, y que es cada vez mayor. Como no podía menos de reconocer el historiador Gonzalo Vial, en todo el mundo, en las sociedades en crisis, brota la voz del uomo qualunque proclamando: "¡Necesitamos un Pinochet!".

Y desde luego yo mismo, que no pensaba votar en nada en medio de la hoguera de las vanidades desatada por los políticos, hasta elegir este otro año un nuevo gobierno y votar Rechazo en el plebiscito de salida de 2022, sí iré en este caso ahora y cuantas veces sea  necesario a votar Cristián Labbé, por mi condición de uomo qualunque y por todo el conjuro que ese nombre simboliza, en cuanto recordatorio del mejor gobierno que tuvo nuestro país en el siglo XX y el que nos diera la mejor Constitución, en cuanto garante de una sociedad libre y abierta, en nuestra historia como nación.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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