Gonzalo Rojas
¿Quién podría defender unos supuestos 'ideales del socialismo', si por tercera vez el programa de las izquierdas se concretase en carne y hueso en la misma persona?.
Durante la noche del domingo pasado, el red set nacional celebró con entusiasmo.
A medida que se conocían las noticias que le daban una amplia ventaja a Fernández y Fernández sobre Macri, se instalaba en las reuniones del socialismo criollo ese grato sentimiento de superioridad que otorgan los votos, esa brisa suave que aliviaba la amargura de una derrota aún fresca en Chile.
Una vez más, el eslogan de las izquierdas latinoamericanas parecía recobrar toda su fuerza: “dirigentes del mundo, uníos”. La sensación de haber comenzado a recuperar desde Buenos Aires y para el mundo, viste, una posición de preeminencia, hinchó los corazones de los izquierdistas criollos.
Pero… pero ellos también saben reflexionar. Y después de un instante de euforia, al detenerse en una más ponderada consideración del triunfo kirchnerista en primarias, aparecieron nuevas preocupaciones. El red set es red, pero no nerd.
Si parece que Cristina puede renacer desde las cenizas —desde el fango, más bien—, ¿por qué no Michelle? Sí, Bachelet III, qué maravilla y ¡qué miedo!
Qué miedo para las izquierdas chilenas, ya que si se encandilaran de nuevo con la diosa del socialismo nacional, estarían una vez más condenando a todos los mortales a una vida siempre alejada del Olimpo. Ximena Rincón, Ricardo Lagos Weber, Heraldo Muñoz, Óscar Landerretche, José Miguel Insulza y demás humanos: olvídense de la posibilidad de acceder a un recinto reservado solo a Ella. Socialistas: piensen en liderazgos que hoy ronden los 25 a 35 años de edad, porque mientras haya Bachelet disponible, todos los que pertenezcan a la generación de la expresidenta quedarán eclipsados. Ustedes la construyeron, ustedes la mitificaron: ahora, si la reciclan, aguántense.
Además —estarán pensando los dirigentes de las izquierdas chilenas—, ¿qué hacemos con el PC? Porque no cabe duda que a los comunistas esto de la mitología, esto del endiosamiento de una figura, los tiene sin cuidado (si por el bien de la causa tuvieran que sacrificar a Camila o a Karol, no lo dudarían). A Michelle la consideran lo suficientemente humana, después del informe sobre Maduro, como para no ofrecerse en holocausto. Entonces, ¿cómo sumar a los comunistas al proyecto Bachelet III? Nada fácil, exigirían mucho, condicionarían, una vez más.
Y si agacharan el moño con tal de intentar el regreso al poder, ¿quién convence a la DC para que se sume a una nueva Nueva Mayoría con los comunistas dentro? Nadie. O sea, si Michelle concitara el apoyo de los comunistas, dejaría afuera a la DC; y sin los comunistas, empujaría al PC a una alianza con el Frente Amplio, pacto lleno de novedad y atractivo.
Más aún: Bachelet no solo impediría los nuevos liderazgos y haría casi imposible la asimilación de los comunistas, sino que, además, si la izquierda quisiera postularla de nuevo, se sumaría otro drama: ¿cómo convencer a los chilenos de que, con una candidatura de Michelle para un tercer período, la izquierda tiene realmente un proyecto y no es simplemente un revoltijo de hormonas que se enfocan en un solo objetivo, el puro, desvergonzado y placentero goce del poder? ¿Quién podría defender unos supuestos “ideales del socialismo”, si por tercera vez el programa de las izquierdas se concretase en carne y hueso en la misma persona, solo por sus carismas comunicacionales? ¿Qué le quedaría a Bachelet, después de su pésima gestión anterior, sino ofrecerle a Chile lo peor de lo mismo?
Por eso, después de la euforia inicial, seguramente las izquierdas chilenas han sacado cuentas más ponderadas, más inteligentes. Si a futuro se consolida la victoria del equipo kirchnerista en la Argentina, ¡en qué mala hora, Cristina!
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2019/08/14/71670/Argentina-y-la-izquierda-chilena.aspx
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