Gonzalo Rojas
Si los sectores opositores reciben un respaldo mayoritario, tendrá que ser cada uno muy cuidadoso al interpretar el resultado.
Las encuestas han ido anunciando la posibilidad de que este domingo los consejeros electos por el Partido Republicano, el Partido de la Gente y el pacto de Chile Vamos conformen, en conjunto, una significativa mayoría en la segunda etapa del actual proceso constituyente.
Una segunda derrota consecutiva de las fuerzas gobiernistas —con apenas ocho meses de intervalo— dejaría al gobierno de Boric en muy precaria situación. Si en la actualidad ya la mitad de sus propios electores rechaza su gestión, una nueva señal de la ciudadanía —desde que se ha implantado el voto obligatorio— sería aún más elocuente para permitir que sea legítimo concluir que el gobierno frenteamplista-comunista consiguió su victoria a fines de 2021 de un modo nada representativo de las auténticas mayorías, en gran parte, por lo tanto, en virtud del sufragio voluntario. Otro habría sido el resultado, debiera concluirse, si varios millones de electores, entonces pasivos, hubiesen marcado su rayita a fines del 2021.
En política, los ánimos cuentan mucho y, sin duda alguna, una clara derrota de las fuerzas gobiernistas terminaría por sepultar la vanidosa convicción de aquellos que creían tener superioridad en todos los campos al momento de comenzar a gobernar y que, poco a poco, han ido reconociendo que ni siquiera estaban preparados para asumir el poder (no digamos nada, para hacerlo bien).
Para las fuerzas de oposición, en cambio, la inyección anímica de un triunfo significativo —si se las suma a todas— podría ser determinante para enfrentar desde una renovada confianza en sus proyectos los desvaríos del actual Gobierno, así como las próximas campañas electorales.
Pero la derrota de unos no significa necesariamente que sea fácil la victoria de los otros.
Si los diversos sectores opositores reciben este domingo un respaldo mayoritario, tendrá que ser cada uno de ellos muy cuidadoso al hacer la interpretación del resultado.
Tenga quien tenga este domingo una cierta superioridad sobre sus pares —republicanos sobre Chile Vamos o viceversa—, ambas opciones se van a necesitar la una a la otra con vistas al objetivo de bien común que se asoma como imprescindible en el corto plazo: privar a las izquierdas duras de su afán hegemónico.
Será en el propio Consejo Constitucional donde se van a apreciar las primeras señales de colaboración o disenso. Si quienes integren ese órgano en representación republicana, de la UDI, de RN y de Evópoli son capaces de trabajar con un ánimo unitario respecto de los grandes principios que los animan, entonces las perspectivas de una próxima victoria presidencial se harán más evidentes.
Es lo que se ha apreciado en la Comisión Experta, donde ha habido una importante sinergia entre los expertos de derecha y centroderecha, no porque hayan tenido que responder a los partidos que los propusieron, sino en virtud de los principios comunes que los convocan.
La duda sobre esa posibilidad a futuro no es antojadiza porque, desde hace años, los partidos de Chile Vamos han venido vacilando respecto de los principios contenidos en sus propias declaraciones. Esa tibieza fue precisamente la que los llevó a apoyar en dos oportunidades a un candidato presidencial, Sebastián Piñera, que desde siempre había manifestado distancias significativas respecto de un proyecto de auténtica derecha. Y así lo padecieron al trabajar con él en sus dos gobiernos.
Ahora, cuando se ha hecho evidente la pobreza de la radicalidad de las izquierdas, cabe que en la centroderecha se produzca una profunda rectificación y un retorno a la coherencia que nunca debió abandonar. De eso dependerá el éxito en la próxima elección presidencial.
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2023/05/03/107098/este-domingo-para-la-derecha.aspx
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