Gonzalo Rojas S.
Quienes no votaron a mediados de mayo son una significativa mayoría del cuerpo electoral: casi el 57%, para ser exactos.
Son muchos millones de personas y están presentes en el continuo de nuestras vidas: miembros de nuestras familias, compañeros de trabajo, clientes y proveedores, alumnos, amigos de toda una vida, vecinos, interlocutores de circunstancia…
También están, por cierto, en los partidos principales de Chile Vamos. Un tercio de los militantes de RN no votó; se abstuvo casi un 45% de los inscritos en la UDI… Por supuesto, esos varios miles de personas no solamente no votaron, sino que se restaron tanto de las campañas formales como de esa importantísima tarea de conversación y convencimiento que tiene lugar cotidianamente en los meses previos a una elección. Ante el tema electoral, guardaron un silencio avergonzado o, más grave aún, manifestaron su disconformidad y desalentaron a otros. (No fue el caso, ciertamente, de los militantes del Partido Republicano, que con casi un 83% de presencia en las urnas, lo constituyeron en la colectividad con mejor porcentaje de participación de sus inscritos entre todos los partidos políticos chilenos).
Hay, por lo tanto, en los millones de compatriotas que se están absteniendo, un potencial electoral al que deben dirigirse nuevos y más creativos esfuerzos. Cambiar votos es posible, pero conseguir votos nuevos es mucho más factible.
¿Qué hacer?
Primero, elaborar una lista de personas conocidas que están en esa situación. Obviamente, eso sólo es posible preguntándoles, interesándonos por saber si votaron o no.
A continuación, interrogarlos sobre el porqué de su abstención. Muchos nos contestarán los consabidos “todo seguirá igual”, “ningún político me cambiará la vida, tendré que trabajar como siempre”, “todos los políticos son corruptos”, “me cansé de esperar que cumplan sus promesas”.
Para responder sin humillar, hay que hacerlos reflexionar sobre los ejemplos de cambios que demuestran que “nunca nada sigue igual”; sobre las facilidades o dificultades para poder efectivamente trabajar, según quién regule el mundo laboral; sobre aquellos políticos honrados cuyos nombres y apellidos jamás han despertado una acusación o una sospecha; sobre la conveniencia de votar por quienes sólo prometen su trabajo y sacrificio, pidiendo de paso compromiso y entrega.
Y, por supuesto, a los electores adultos, habrá que mostrarles que ese “no da lo mismo quién gobierne y quién legisle”, tiene todo que ver con la defensa de la vida y de la familia, de la libertad de enseñanza y de trabajo, con la propiedad de los fondos previsionales y con la seguridad ciudadana, entre otros tantos temas. A los sub-35, por su parte, habrá que insistirles en que sus tan acentuados hábitos de independencia, emprendimiento y consumo, quedarán supeditados a las decisiones que otros tomen, sin que puedan ejercer “el derecho a pataleo”, por no haber querido tener “un pito que tocar”.
Y después de las conversaciones, conviene siempre aportarle a nuestros interlocutores algo de material visual o escrito: breve, claro, directo, al hueso.
Tarea difícil, tarea a veces titánica, pero labor imprescindible en las actuales coordenadas de enorme riesgo para la supervivencia de la liberad responsable en Chile.
Fuente: https://viva-chile.cl/2021/06/a-convencer-apaticos/
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