Miércoles 13 de septiembre de 2017
"La consolidación de una generación de intelectuales que asuma la gesta de septiembre de 1973, la entienda en plenitud y la proyecte..."
El 11 de septiembre de 1973 no es solo un acontecimiento del pasado. Por su importancia, desde hace 44 años ha marcado el futuro y lo seguirá marcando.
Pero hasta ahora, el 11 de septiembre de 1973 ha dejado muchas cosas pendientes.
En primer lugar, la verdad.
Una verdad completa, una verdad que haga justicia integral, una verdad que alumbre con meridiana claridad los crímenes de las izquierdas, que castigue a tantos responsables aún libres, incluso a esos que todavía escriben libros, cartas y ponencias para justificar la violencia y el odio; una verdad sin vergüenzas para reconocer las propias brutalidades y sin temor para perseguir la inmensa gravedad del proyecto totalitario de la UP.
A continuación, una derecha consistente. Una derecha que articule pasado y futuro con absoluta responsabilidad por todas sus acciones durante el gobierno militar, asumiendo con el pecho expandido los enormes éxitos de la transformación de Chile, y con el pecho encogido y el arrepentimiento, las omisiones y los errores. Ya no más una derecha entregada a las consignas de una izquierda que la domina y la zarandea a su antojo, obligándola a arrodillarse una y otra vez, hasta someterla y lograr que se incline ante alguien que votó que No. Necesitamos -algo así dijo Jaime Guzmán- una derecha que no busque complacer, sino convencer.
En tercer lugar, está pendiente una juventud que asuma la tarea de Miguel Kast. Una juventud heredera del sacrificio que Pinochet y Merino les pidieron a sus colaboradores civiles y militares, de esa labor de completa abnegación que practicaron miles de jóvenes profesionales que dedicaron sus primeros años laborales al servicio público con generosidad total. De esto, la izquierda no se ríe: lo envidia, porque nunca ha tenido ni tendrá servidores de esa categoría.
A futuro, serán necesarios también esos creyentes que, sin ofender, digan a los cuatro vientos que sus convicciones están siendo agredidas y que, cuando ellos las defienden, no hacen sino ejercer la legítima libertad de expresión y el legítimo pluralismo. A la Presidenta le molestó que la interpelaran públicamente: habría calificado de abuso el modo en que el orador se refirió a sus políticas en el Tedeum evangélico. Está tan equivocada como quienes la agredieron verbalmente fuera del templo, porque todas y cada una de las propuestas que ella ha formulado en materias fundamentales merecen y exigen las contrapartidas de quienes las consideran erróneas. Los políticos no tienen inmunidad respecto de sus proyectos y es deseable que sean cada vez más los creyentes que defiendan racionalmente sus propias posturas. También eso está pendiente.
Finalmente, los intelectuales, las ideas.
Hubo una generación que desde hace 50 años sostuvo sus planteamientos en doctrinas tradicionales y les sacó todo el brillo y eficacia posibles. Pero los Vial y los Góngora, los Cáceres y los De Castro, los Moreno y los Morandé, y los otros Vial, todos, ya han ido pasando. Por eso, está también pendiente la consolidación de una generación de intelectuales que asuma la gesta de septiembre de 1973, la entienda en plenitud, la proyecte y le dé aterrizajes coherentes con el que fue un proyecto emancipador y fundacional de notable eficacia.
De nada sirve un grupo de jóvenes intelectuales que ignore todo lo que se hizo o que lo minimice. Esa pequeñez revela escasa capacidad de futuro, estrecho corazón, proyectos de pacotilla, aunque se revistan de aires de grandeza. De pacotilla, porque no reconocen lo que sus mayores hicieron con heroísmo.
En esta primera vuelta electoral para elegir Presidente de la República, todas estas dimensiones pendientes están en juego.
Pero hasta ahora, el 11 de septiembre de 1973 ha dejado muchas cosas pendientes.
En primer lugar, la verdad.
Una verdad completa, una verdad que haga justicia integral, una verdad que alumbre con meridiana claridad los crímenes de las izquierdas, que castigue a tantos responsables aún libres, incluso a esos que todavía escriben libros, cartas y ponencias para justificar la violencia y el odio; una verdad sin vergüenzas para reconocer las propias brutalidades y sin temor para perseguir la inmensa gravedad del proyecto totalitario de la UP.
A continuación, una derecha consistente. Una derecha que articule pasado y futuro con absoluta responsabilidad por todas sus acciones durante el gobierno militar, asumiendo con el pecho expandido los enormes éxitos de la transformación de Chile, y con el pecho encogido y el arrepentimiento, las omisiones y los errores. Ya no más una derecha entregada a las consignas de una izquierda que la domina y la zarandea a su antojo, obligándola a arrodillarse una y otra vez, hasta someterla y lograr que se incline ante alguien que votó que No. Necesitamos -algo así dijo Jaime Guzmán- una derecha que no busque complacer, sino convencer.
En tercer lugar, está pendiente una juventud que asuma la tarea de Miguel Kast. Una juventud heredera del sacrificio que Pinochet y Merino les pidieron a sus colaboradores civiles y militares, de esa labor de completa abnegación que practicaron miles de jóvenes profesionales que dedicaron sus primeros años laborales al servicio público con generosidad total. De esto, la izquierda no se ríe: lo envidia, porque nunca ha tenido ni tendrá servidores de esa categoría.
A futuro, serán necesarios también esos creyentes que, sin ofender, digan a los cuatro vientos que sus convicciones están siendo agredidas y que, cuando ellos las defienden, no hacen sino ejercer la legítima libertad de expresión y el legítimo pluralismo. A la Presidenta le molestó que la interpelaran públicamente: habría calificado de abuso el modo en que el orador se refirió a sus políticas en el Tedeum evangélico. Está tan equivocada como quienes la agredieron verbalmente fuera del templo, porque todas y cada una de las propuestas que ella ha formulado en materias fundamentales merecen y exigen las contrapartidas de quienes las consideran erróneas. Los políticos no tienen inmunidad respecto de sus proyectos y es deseable que sean cada vez más los creyentes que defiendan racionalmente sus propias posturas. También eso está pendiente.
Finalmente, los intelectuales, las ideas.
Hubo una generación que desde hace 50 años sostuvo sus planteamientos en doctrinas tradicionales y les sacó todo el brillo y eficacia posibles. Pero los Vial y los Góngora, los Cáceres y los De Castro, los Moreno y los Morandé, y los otros Vial, todos, ya han ido pasando. Por eso, está también pendiente la consolidación de una generación de intelectuales que asuma la gesta de septiembre de 1973, la entienda en plenitud, la proyecte y le dé aterrizajes coherentes con el que fue un proyecto emancipador y fundacional de notable eficacia.
De nada sirve un grupo de jóvenes intelectuales que ignore todo lo que se hizo o que lo minimice. Esa pequeñez revela escasa capacidad de futuro, estrecho corazón, proyectos de pacotilla, aunque se revistan de aires de grandeza. De pacotilla, porque no reconocen lo que sus mayores hicieron con heroísmo.
En esta primera vuelta electoral para elegir Presidente de la República, todas estas dimensiones pendientes están en juego.
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