17 diciembre, 2024 

 

 

 

 

 

 

Por Gonzalo Ibáñez S.M


Señor Director:

En reciente columna publicada en estas páginas, Monseñor Fernando Chomali -hoy, Eminencia por su nombramiento reciente como Cardenal- reflexiona con mucha profundidad acerca de la situación de nuestro país. Sus conclusiones muestran cuán precaria es esa situación y, por lo mismo, son muy alarmantes. De hecho, intentan remecernos a los chilenos y provocar en nosotros una sana reacción de modo de cambiar el peligroso curso que lleva nuestra historia.

Monseñor presenta sus ideas como “un aporte para enriquecer el diálogo”. Sobre esta base me interesa comentarlas, por lo menos algunas de ellas, sin perjuicio de intentar más adelante un análisis más completo. Hoy, quiero circunscribirme al tema económico: “Todo el aparato económico -nos dice Monseñor- está pensado de tal manera que siempre queremos más cosas, casi como un deseo irrefrenable” y, agrega: “El sistema que gira en torno al consumo y al lucro no logró que las personas fuéramos más felices”.

Es muy probable que haya sido así, pero de ello no se puede culpar al “aparato” económico. La economía tiene por finalidad que la sociedad genere suficientes ingresos que permitan a sus miembros llevar una vida humana digna en la cual sus necesidades puedan encontrar una razonable satisfacción y que, sobre esa base, se pueda prosperar y aspirar a niveles de vida aún mejores. ¿Es malo que una persona aspire a disponer de un automóvil, de buena salud, de casa propia, de buena educación para los hijos, etc.? Y, si dispone de los ingresos para esos efectos ¿es malo que aspire a un mejor standard de vida?

El fin de la economía es procurar los medios para alcanzar esos fines y la juzgamos según si los provee o no. El sistema económico organizado por el gobierno militar y aplicado fielmente por los gobiernos que lo sucedieron nos permitió a los chilenos alcanzar metas largamente anheladas. ¿Fue malo porque así lo hizo?

Si una persona se obsesiona por el éxito material y hace de él el fin último de su vida, es su responsabilidad la que pone en juego. Pero de ese afán no puede culparse al sistema económico, ni mucho menos, sino a la propia voluntad de esa persona. Y no se puede, por lo mismo, torpedear el sistema económico para que no haga tan ricas a las personas y así no tengan tanta tentación. Eso sería un suicidio. En cambio, sí corresponde preguntarse dónde está la religión cuando vemos cómo tanta gente se deja vencer por el egoísmo. ¿No será ella la que falla?

Ojalá Monseñor Chomali pudiera explicar un poco más a fondo sus ideas de modo de aclarar estas dudas.

Fuente: https://ellibero.cl/carta/las-reflexiones-del-cardenal-fernando-chomali/

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