Gonzalo Ibáñez Santamaría


Con majadera insistencia, desde el gobierno y sus partidos afines, se insiste en presentar como la gran novedad del proyecto constitucional, el catálogo que hace de los denominados “derechos sociales”. Bastaría, según ellos, tenerlos a la vista para que, de inmediato, todos nos inclinemos a votar Apruebo el próximo 4 de septiembre. La verdad me parece ser exactamente la contraria, esto es, que nos debemos inclinar a votar Rechazo.

Derecho al trabajo digno y bien remunerado, derecho a la vivienda digna, a la educación, a la salud, a recibir pensiones también dignas, etc. forman entre otros, el entramado de este catálogo. Pero ¡qué fácil es señalarlos y, a la vez, no dar ningún indicio acerca de cómo esos derechos se materializarán en cada persona que forma nuestro país! Es cierto que un país merece el nombre de tal sólo cuando quienes lo forman pueden acceder a un nivel digno de nuestra condición humana; pero, para eso es menester antes que nada generar las riquezas de donde provendrán los recursos necesarios para asegurar ese acceso. Y, de eso, este proyecto no dice nada. Más bien, es regresivo, por ejemplo, cuando relativiza el derecho de propiedad y niega a la actividad privada el protagonismo que debe tener si queremos producir esos recursos. El carácter subsidiario del Estado apunta a ese fin, a reconocer en la iniciativa privada el gran motor generador de recursos. Cuando se quiere eliminar ese carácter del Estado para convertirlo en un Estado de Bienestar sobre la base de minimizar el aporte privado lo único que se logra es convertirlo en un Estado de miseria. Lo cual es tanto más grave cuando, como en el Chile de hoy, esa decisión se acompaña de groseras descalificaciones de la actividad empresarial y del lucro como premio a esa actividad. Como si fuera un pecado ganarse el sustento con el propio esfuerzo.

En definitiva, los derechos sociales así presentados no son más que espejismos destinados a conquistar a los incautos y que, como todo espejismo, desaparece justo cuando el interesado cree que ya va a llegar a él. Es lo que sucede en Venezuela, en Cuba y en Nicaragua. Es lo que sucedió en todos los países del mundo socialista durante más de siete décadas del siglo pasado, golpeando de la manera más dura precisamente a aquellos a los cuales esta ideología pretendía “redimir”, esto es, los sectores más pobres y vulnerables de esos países.

Todo el proyecto constitucional está hecho sobre una gran mentira: que el Estado, en manos de los partidos que votan por el Apruebo, va a ser capaz de producir todos los bienes necesarios para cumplir con las promesas en las que se embarca ese proyecto. Demagogia al estado puro, eso y no otra cosa es ese catálogo de derechos tal como los presenta ese proyecto, eliminando o menospreciando todas las vías para obtener los recursos necesarios para financiarlos.

Por eso, frente a este intento de manipularnos y de convertirnos en carne de cañón de una lucha por el poder, nuestra respuesta debe claramente ser un rotundo Rechazo.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

.