Gonzalo Ibáñez Santamaría


La prensa de los últimos días nos ha traído la noticia de que los dirigentes de los partidos que forman el conglomerado Chile Unido -UDI, RN, PRI y Evópoli- han decidido “refundar” este conglomerado. Es así cómo han estructurado presidencias y vocerías rotativas, reuniones periódicas, etc. Para estos efectos están elaborando un documento -que esperan tener listo este viernes- en el cual buscarán establecer ciertos lineamientos ligados a la coordinación parlamentaria, con el gobierno y avanzar en ser no solo una coalición electoral, sino que también “política”, aunque para nada queda claro qué entienden por este nombre.

Lo que sí está claro es que todas estas deliberaciones han dejado de lado las causas del gran fracaso electoral que esos partidos sufrieron en los dos últimos actos electorales: el apruebo a la idea de redactar una nueva constitución y la mega elección de hace unas semanas. En ambos, Chile Vamos no pudo superar la barrera de un 25% de los votos. Parece, sin embargo, que para estos dirigentes lo que sucedió en esos días no marca ninguna tendencia; que fueron tropiezos pasajeros que habrán desaparecido para las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Por eso, en las deliberaciones que han tenido entre ellos, ninguna mención de fondo a lo sucedido.

El error es, por supuesto, mayúsculo. Lo sucedido en esos dos actos electorales muestra, al revés, una notoria decadencia de esos partidos hasta el punto de que más que hablar de “refundación” de ellos, se puede decir que van camino a su entierro. Esto es tan evidente que hay margen para pensar que los dirigentes que mencionamos no pueden dejar de advertirlo y que, simplemente, no quieren darse por enterados, porque son ellos mismos quienes cavaron la tumba a la que ahora se dirigen. Ellos son los grandes culpables de este fracaso. Fracaso que importaría muy poco si sólo afectara a esos partidos. Pero, es el país el que está en juego.

Esos partidos tienen una historia estrechamente ligada al régimen militar: tanto que es ella la que de hecho les dio su identidad. Sin embargo, esos dirigentes han aceptado, cuando no patrocinado, que esa historia -porque se avergüenzan de ella- desaparezca hasta el punto de hacer pensar que estos partidos han brotado casi por generación espontánea. Pero si de esta manera esos dirigentes se autoengañan, eso no sucede con el electorado. Si estos partidos se avergüenzan de su historia, es porque se avergüenzan de su identidad. En esas condiciones, no es para nada de extrañar que el electorado les haya dado la espalda. Y nada hace suponer que esa tendencia vaya a cambiar de aquí a unos meses más. Al contrario, lo más probable es que se profundice y que la derrota del grupo Chile Vamos sea aún más estrepitosa que lo que lo fue en las dos oportunidades anteriores.

La única cuestión que importa en esa eventualidad es la de saber cómo rescatar a Chile del inminente naufragio a que lo han llevado esos partidos.

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