Gonzalo Ibáñez Santamaría


Con el estallido de violencia del 18 de octubre de 2019 y el reguero de destrucciones, incendios y saqueos que lo continuaron en los meses siguientes, quedó a la vista cuán profundo había calado la prédica contra el modelo de desarrollo al cual Chile y los chilenos, incluidos los violentistas, le debemos el enorme progreso que hemos tenido en los últimos 45 años. En el desprestigio de aquel modelo participaron los ataques que durante los últimos treinta años le propinaron grupos socialistas y comunistas; pero también, y principalmente, la indefensión en que lo dejaron quienes lo recibieron como herencia del gobierno militar y quienes, a pesar de haber sido contrarios a éste, gobernaron después felices de contar con ese modelo, como fue el caso de los gobiernos denominados de la Concertación.

El éxito de este modelo se fundamentó en un gran pilar: la confianza en que el ejercicio de la libertad por parte de las personas constituye la principal palanca de progreso. No se trata, por cierto, de cualquier libertad sino de aquella que, fundamentada en el conocimiento, se orienta al servicio del bien común. Es una libertad que va acompañada indefectiblemente de responsabilidad. En ese marco, abrir espacios para su ejercicio significa poner en juego la creatividad de muchas personas, significa disponer de sus esfuerzos y de sus sacrificios como factores del progreso de todos. Esa fue la base sobre la cual Chile construyó su crecimiento y lo distribuyó entre sus habitantes.

Es lo que el socialismo y el comunismo no pudieron soportar: el éxito del ejercicio de la libertad sobre la cual los chilenos hemos afianzado nuestra independencia y autonomía. Y, por eso, la acusan de todos los males habidos y por haber. En manos de las personas reales y concretas, según ellos -léase partido comunista y Frente Amplio- la libertad no puede ser sino un arma de explotación de unos por otros. Por eso, el primer paso en los programas de estos grupos, la destrucción de la libertad ocupa un primer lugar. Desde luego, suprimiendo la propiedad, instrumento de esa libertad. Es así como derechamente la eliminan o la cargan de tal manera con impuestos que, al final, se hace imposible su gestión.

Utilizando el nombre del “pueblo” o del “estado” quieren ellos reservarse porciones cada vez más importantes de los recursos de un país sustrayéndolos de una gestión creativa para reducirlos a parcelas de poder de los funcionarios de estos partidos con grave detrimento de su productividad y de su capacidad de beneficiar a toda la población. Es el origen de la pobreza que termina siendo consustancial a esos regímenes.

Provoca un enorme hastío señalar lo anterior, cuando el fracaso de las doctrinas socialistas y comunistas quedó plenamente a la vista ya hace más de treinta años con la Caída del Muro de Berlín. Pero, ha pasado mucho tiempo y parece haber caído en el olvido. Es necesario recordarlo ahora cuando, como en nuestra patria, sus mentiras y falsedades han vuelto a entusiasmar a tantos de nuestros compatriotas. Es la tarea que el momento nos impone.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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