Gonzalo Ibáñez Santamaría
Como se esperaba, Joaquín Lavín fue proclamado el candidato único de la UDI para las próximas elecciones presidenciales, primarias de por medio. Haciendo este nombramiento, la UDI ha dejado evidencia que en su interior no hay quien haya comprendido el real significado de la severa derrota electoral que ese partido y todo el sector, sufrieron en las pasadas elecciones de los días 15 y 16 de este mes de mayo. Ese sector que se autodenomina “de derecha” comenzó a formarse, tal como lo conocemos ahora, a partir del año 2000 cuando Joaquín Lavín postuló por primera vez a la presidencia de la república. En esa oportunidad, él hizo su campaña poniendo el acento sobre los problemas “reales” de la gente, dejando de lado los temas más doctrinales. Pero, éstos estaban presentes en quienes lo apoyaron entonces. Sin embargo, Lavín fue más a fondo y comenzó toda una campaña para vaciar de ese grupo las convicciones que unían a quienes lo formaban. Sobre todo, la adhesión a los principios del gobierno militar que había terminado diez años antes.
Lavín fue el panegirista oficial del general Pinochet en el plebiscito de 1988, pero eso no fue obstáculo para, llegado el momento, repudiar su pasado. Con el pretexto de tomar distancia de los abusos de poder de los cuales se acusaba a ese gobierno, Lavín fue más lejos: tomar distancia de la legitimidad del pronunciamiento de 1973 y de todo lo que sucedió durante los 17 años siguientes, aun del exitoso programa económico que había hecho despegar al país. Esto último sobre la base de negar solapadamente que su origen haya estado en el gobierno militar. Por eso, por ejemplo, se habla del éxito del país “en los últimos treinta años”, cuando ese éxito comenzó su trayectoria hace 47 años.
Lavín convenció a la dirigencia tradicional de la UDI de modo que, en su paso, fue seguido por figuras importantes de ese partido, sin importar para nada que en la declaración de principios de éste se haya expresado adhesión al gobierno militar y la voluntad de defender y proyectar su legado. Otro tanto había hecho Renovación Nacional, de manera que ambos partidos se unieron detrás de la figura de Sebastián Piñera que encabezaba esta estrategia. El resultado fue entonces que este sector denominado de “derecha” quedó sin historia, sin programa, sin futuro. Y que, avergonzándose de su pasado, pretendía que se le creyera que ya no tenía nada que ver con él. Esta farsa fue capaz todavía de sustentar dos campañas de Piñera, pero ahora se agotó y así quedó demostrado en estas últimas elecciones.
De esa farsa, Joaquín Lavín es uno de los rostros más representativos y, por ende, más derrotados. No el único, porque también lo son los otros candidatos de ese sector. Es que es el sector el que se hundió y esos candidatos, con Lavín a la cabeza, no parecen ser más que fantasmas que todavía recorren el país, pero camino a esfumarse.
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/
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