Con Chile No se Juega: No Está a la Rifa

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Hoy, sábado 15 de mayo, comenzamos dos días en los cuales los chilenos elegiremos alcaldes, concejales, gobernadores y miembros de la Comisión Constituyente encargados de redactar un proyecto de nueva constitución para el país.

Como si los años hubieran pasado en vano, oímos repetir con machacona insistencia que en estas elecciones el país decide su destino. Al votar, no estaríamos votando tanto por personas como por proyectos de organización del país radicalmente diferentes, debiendo todos aceptar aquel proyecto que obtenga más votos nada más que por el hecho de haber obtenido más votos. Volvemos así al mismo discurso majadero preponderante antes de 1973: en las elecciones el país juega su destino, no habiendo más título de legitimidad de un proyecto sobre los demás que el número de votos obtenido.

Contra semejante imbecilidad, el país se rebeló en septiembre de 1973. No se podía aceptar que el país y todos sus habitantes fuéramos objeto de un experimento descabellado e inhumano como era el experimento marxista ya en evidencia en todas partes donde todavía se ensayaba. Chile no iba a ser la excepción y, por eso mismo, como la inmensa mayoría de los chilenos de entonces, yo personalmente apoyé con toda decisión el alzamiento de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden que puso término a ese proyecto y que enrieló al país en una senda de progreso y crecimiento que, a pesar de todo, ha llegado hasta ahora.

Por lo mismo, me rebelo ahora contra el intento de volver a dotar a las elecciones de ese poder desmesurado y demencial. Hoy comenzamos a elegir personas que van a ocupar determinados cargos en cuyo ejercicio han de ceñirse no a proyectos ideológicos y utópicos sino a lo que la ciencia, la experiencia y la prudencia enseñan. Por ejemplo, no porque haya una mayoría a favor de matar a los niños que está por nacer, voy a aceptar que eso pueda transformarse en una ley propiamente tal. El gobierno que así procediere se hace ilegítimo cualquiera sea el número de votos que haya obtenido cuando fue elegido. Lo mismo, si apunta a destruir la familia o la propiedad o la iniciativa privada. En esto no puede haber duda. Ni el país, ni su población, especialmente nuestros grupos más vulnerables, están para padecer la locura de algunos que pretenden llevarnos por caminos de fracaso archi demostrados.

Hemos de volver a la vieja sabiduría occidental. Una cosa es la legitimidad de origen de un gobierno que se tiene, salvo circunstancias extraordinarias, cuando se ha accedido al poder de la manera establecida en las leyes, y otra cosa es la legitimidad de ejercicio que se gana día a día con el empleo racional y prudente del poder. De lo contrario, será del caso recordar el viejo aforismo acuñado por San Isidoro de Sevilla en el siglo VII, dirigido a los reyes de la época: “Rey serás si obrares rectamente; si así no lo hicieres, no lo serás”, y que ahora se dirige a los gobernantes cualquiera sea el nombre o título que se den o quieran darse.

 Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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