¿A Quién Quieren Engañar?

 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría
Abogado y Doctor en Derecho


A través de su candidato presidencial, Daniel Jadue, el partido comunista llamó a justificar y defender el retiro del monumento del General Baquedano no por razones de seguridad de ese monumento sino porque, según los comunistas, el General Baquedano habría intervenido en las luchas en la Araucanía, en 1860, cometiendo diversos actos ilícitos contra los grupos indígenas. Nunca antes, sin embargo, se les había oído esa acusación, por lo menos tan fuertemente proferida. Ni siquiera durante este último año y medio en que hemos vivido en medio de la violencia. Ciertamente, no vale la pena hacerse cargo de ella para defender al general Baquedano; pero sí para defender a los mapuches de estos sorpresivos defensores que les han aparecido últimamente.

Desde luego, para denunciar que el partido comunista es el último que en el mundo puede acusar a otros cuando carga sobre sus hombros la culpa de haber organizado los peores genocidios ocurridos en la historia de la humanidad. Que lo digan las víctimas en la antigua Unión Soviética de las persecuciones de Stalin, pero también de Lenin y de los demás jerarcas; en China, las de Mao tse tung y, en Alemania, las que cayeron tratando de huir del Muro de Berlín, todas ellas entre muchas más que es largo enumerar. Hoy, acusando a otros, ese partido quiere ocultar sus propios crímenes.

El partido comunista entra a la historia proclamando la lucha del proletariado contra la propiedad privada, la que debía resolverse proclamando la Dictadura del Proletariado. Y, de hecho, triunfó en la mitad del mundo; pero ¿qué quedó entonces a la vista? Que esa dictadura en vez de ser del proletariado era contra los proletarios. Millones de entre ellos sucumbieron a la paranoia de ese partido y, los que sobrevivieron, nunca fueron más proletarios que bajo esa dictadura. El partido comunista los había utilizado como carne de cañón en su estrategia para hacerse del poder y establecer su dominación por todas partes.

Hoy tiene igual designio respecto de los mapuches como, asimismo, respecto de las mujeres. Enarbola la bandera de la rebelión de unos y otras y los emplea como proyectil contra el orden que quiere doblegar, en este caso, el chileno. Pero, que a nadie le quede la menor duda. Si el partido comunista triunfa en sus designios, lo primero que hará será volverse hacia los mapuches y hacia las mujeres para decirles “si te he visto no me acuerdo”. Y serán ellos las primeras víctimas de la prepotencia y del terror que imponen en sus regímenes, como en su tiempo, los proletarios.

La historia sobre todo del siglo XX no deja espacio para la menor duda. Por eso, defender hoy a mapuches y a las mujeres implica luchar sin reservas contra la dominación que sobre ellos quiere imponer el partido comunista.

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