Gonzalo Ibáñez Santamaría


Los actos delictuales y terroristas en la región de La Araucanía no han hecho sino crecer y agravarse durante los últimos treinta años, pero en los últimos diez lo han hecho de manera cada vez más pronunciada. Ello, hasta llegar a los de este gobierno, donde esa región marcha definitivamente a una situación de anarquía e inseguridad que nunca habíamos conocido en Chile. Todo ello hasta el punto de que la totalidad de los partidos que integran la coalición gobernante, agotados por la pasividad del gobierno -de su gobierno- están pidiendo drásticas medidas para restituir el orden público y la seguridad ciudadana. Incluso, que se la declare en estado de sitio, el más duro de los estados de excepción que contempla nuestro ordenamiento jurídico.

En el hecho, ese estado significa poner tanto el territorio en cuestión como la población que lo habita bajo el control de las Fuerzas Armadas y Carabineros. La gravedad de la situación parece no encontrar otra salida. Pero, cuando se llega a estos extremos, la pregunta que brota espontánea es ¿por qué hemos llegado aquí? ¿Pudo haberse evitado un desenlace como el que se pide? Es inevitable que volvamos la vista atrás y que veamos una sucesión de gobiernos que nunca quisieron mirar de frente el problema y que, por ende, nunca quisieron abordarlo como la prudencia exigía. Quedamos agotados de escuchar una y otra vez, cuando se sucedían los hechos terroristas, cómo el gobierno de turno los condenaba “con toda firmeza” y anunciaba querellas a diestra y siniestra para perseguir a los culpables, sin que hasta ahora se sepa algo concreto de los resultados. ¿Cuántas veces se dijo que esos hechos terroristas marcaban “un antes y un después” para, en seguida, no hacer nada?

La pregunta que nos hacemos ahora: el gobierno de que disponemos ¿será capaz, después que ha dejado hacer y pasar en La Araucanía a los grupos terroristas, de enfrentarlos a la altura de lo que significa un estado de sitio? De hecho, el gobierno ha convocado a una conferencia de paz a todas las fuerzas políticas a sabiendas que varias de ellas están detrás de la violencia y del terrorismo. Cuando hizo algo parecido el 15 de noviembre de 2019 entregó a cambio la constitución ¿Qué entregará ahora?

El país se encuentra ante una muy difícil encrucijada, casi para decir, sin solución. Por una parte, queda claro que la situación exige decretar el estado de sitio o algo muy parecido; pero, por otra, también queda claro que un gobierno como el que tenemos ahora es incapaz de hacer realmente efectivo ese estado. Entretanto, a todo evento, es indispensable dilucidar el meollo del problema: este definitivamente no es un problema de reivindicación del pueblo mapuche, sino uno de explotación de ese pueblo como ariete de subversión, al modo como los comunistas explotaron al proletariado durante el siglo pasado. Tener esto claro es el principio necesario para encontrarle una adecuada solución.

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