Gonzalo Ibáñez Santamaría


Ya durante varios años, pero especialmente en estos últimos meses, Chile se ha visto enfrentado a un problema que ha adquirido dimensiones de drama y de tragedia: el de la inmigración de grupos cada día más numerosos que vienen de otros países del continente; en especial de Haití, Perú, Colombia y sobre todo de Venezuela. Los que llegan de este último país lo han hecho, en su gran mayoría, por vía terrestre atravesando los distintos países intermedios. Han protagonizado así un esfuerzo descomunal para incorporarse al nuestro. Lo han hecho en condiciones durísimas acompañados por sus familias, por niños y aún bebés recién nacidos.

Llegando a nuestras fronteras, especialmente a la del norte, no han esperado a ser aceptados de manera regular, sino que se han infiltrado por pasos no habilitados provocándonos una situación de desorden público que no ha cesado de crecer. Y es de gran dimensión el problema humanitario que significa hacerse cargo de esta multitud para que no perezca por falta del sustento mínimo: alimentación, salud, vivienda y abrigo.

Las reacciones internas no se han dejado esperar incluso acusando a los recién llegados de traer con ellos multitud de demandas y de arrebatar puestos de trabajos a los chilenos. De cara a estos hechos, me parece indispensable, antes que nada, reconocer tres datos duros sin los cuales no es posible explicar este fenómeno. En primer lugar, la caída vertical de la natalidad en Chile. Avanzamos a pasos agigantados a convertirnos en un país de gente mayor sin la juventud necesaria para reemplazar a las generaciones que se van. Es decir, Chile no produce los chilenos necesarios para asegurarle al país una continuidad.

En segundo lugar, la desastrosa política seguida en especial en Venezuela que ha arruinado a ese país y obligado a su gente a huir de él, pues de lo contrario perecerá simplemente de hambre. 5.800.000 venezolanos han abandonado su país, porque los últimos gobiernos, de Chávez y de Maduro, han decidido arruinarlo y arruinar a sus habitantes.

En tercer lugar, y en contraste con lo anterior, el exitoso modelo de desarrollo seguido por Chile. Ese modelo, diseñado y puesto en marcha durante el gobierno militar y aplicado por más de cuarenta años, es el que ha procurado a Chile un desarrollo que parecía inalcanzable y que ahora lo ha puesto a la cabeza del continente. Por eso, Chile se ha convertido en el destino más atractivo para las enormes masas que pululan por América buscando un destino mejor.

Las conclusiones: mientras no nos resolvamos a producir más chilenos no sólo no podremos cerrar nuestras fronteras, sino que hemos de abrirlas para recibir incluso agradecidos a quienes vengan a llenar el vacío poblacional que existe en nuestra patria. Todo, por supuesto, dentro del respeto a nuestro orden jurídico e institucional.

En segundo lugar, corresponde ser muy firmes de cara a un régimen de inhumanidad extrema como es el de Maduro en Venezuela. Es una afrenta para nuestro continente que ese régimen exista, tanto como los de Cuba y Nicaragua. En tercer lugar, cuidar nuestro modelo hoy amenazado por la demagogia socialista que pretende convertirnos en una segunda Venezuela al modo como Allende quería convertirnos en una segunda Cuba.

Fuente:  https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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