El caso de Pamela Jiles 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Ayer viernes, el vespertino La Segunda dedicaba parte de su portada y un extensa crónica al interior a analizar las posibilidades de una eventual candidatura presidencial de la diputada Pamela Jiles. Ciertamente, todos en Chile, mayores de edad y cumpliendo otros pocos requisitos, podemos aspirar a ser presidente de la República. Pero, que esa remota posibilidad se haya desarrollado en un personaje como esta diputada hasta el punto de que La Segunda le dedique tanto espacio, merece un análisis.

Lo digo, porque detrás de ella nada hay de positivo que permita forjar un proyecto para el futuro del país de modo de asegurar un respeto a nuestra historia y una base de progreso para las futuras generaciones. En ella, como en tanto político de la actualidad, sólo hay una intención manifiesta de destruir las bases sobre las cuales Chile ha sustentado su notable desarrollo durante las últimas décadas. Desde luego, esta diputada es una de las que lleva el pandero en materias de críticas a la estrategia que ha estado detrás de ese progreso. Lo tilda de “modelo neo-liberal” y lo acusa de aumentar las desigualdades y de dejar a mucha gente al margen del desarrollo. Es cierto que queda mucho por hacer, pero no se puede mentir de manera tan descarada acerca de lo que ha sido nuestro pasado reciente. El progreso de Chile está a la vista y constituye la envidia en el continente. Y, por eso, quienes en sus países de origen no encuentran las posibilidades a las que aspiran, eligen venir para acá a encontrarlas.

Detrás de la argumentación de la Jiles sólo hay demagogia y decisión de destruir ese progreso; no puede reconocer que su base la puso el gobierno militar y, menos aún, que este último fue necesario para interrumpir el trabajo de demolición del país llevado adelante por el régimen marxista de entonces. Por eso, el hecho de que su nombre aparezca entre los posibles candidatos para la elección de fin de año nos advierte acerca de lo mal que está la situación política chilena. Otro tanto puede decirse de Daniel Jadue, el alcalde comunista de la comuna de Recoleta en Santiago.

Todo es pura confusión. Los grupos que rodean a la Jiles están llenos de ofertas deslumbrantes acerca de una mayor igualdad y prosperidad para todos, pero la verdad es que a lo único que aspiran es a detener el progreso y a hacernos regresar a la pobreza y al subdesarrollo previos a 1973. No hay en sus programas ninguna referencia, ninguna idea acerca de cómo hacer crecer el país, única base para producir más progreso y para hacerlo aún más participativo. En definitiva, son grupos sólo de destrucción y de ellos no podemos esperar otra cosa: una obra de demolición. Por eso, su símbolo es una retroexcavadora.

Una de las tareas más urgentes para recuperar la política en Chile es precisamente la de hacer comprender, en especial a los sectores más vulnerables del país, el peligro inmenso de dejarse dominar por esos cantos de sirenas. Detrás de ellos está el naufragio seguro del país.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

.