Gonzalo Ibáñez Santamaría


Hoy conmemoramos una vez más el día de los santos inocentes, es decir, de aquellos niños que, menores de dos años, Herodes mandó matar pues suponía que entre ellos debía estar Jesús, recién nacido, y así evitar que éste, anunciado como el Mesías, pudiera llegar a disputarle el trono. Como sabemos, este crimen monstruoso no pudo conseguir su objetivo pues la Santa Familia alertada por un ángel pudo huir, conducida por José, a Egipto donde se refugió durante los primeros años de vida de nuestro Salvador. No regresó a Israel hasta después de la muerte de Herodes.

Nos horrorizamos pensando en lo que fue este crimen, pero no advertimos cómo él se comete a diario entre nosotros cada vez que en nuestro país se da muerte a un niño por nacer esgrimiendo como motivo sobre todo el que venga enfermo o porque pudo haber sido fruto de una violación de su madre. Eso por ahora, pues crece el número de voces que pide la legalización de ese crimen bajo cualquier circunstancia.

Pueden parecer muy loables los motivos por los que en Chile y en otros países se autoriza la comisión de este crimen, pero éste nunca deja de ser tal pues por él se da muerte a seres humanos, con el agravante de que están completamente indefensos y son del todo inocentes. De su humanidad no se puede dudar: si no fueran humanos, no lo seríamos nosotros tampoco. Así de simple.

El hecho de que hayamos legalizado ese crimen demuestra hasta donde ha llegado en Chile la inhumanidad. Preferimos matar a una persona antes de ayudar a su madre a sobreponerse a un mal momento y, eventualmente, a hacerse cargo de esa criatura, si a ella no le fuera posible criarla. ¡Cuántas veces la madre no puede resistir la presión que se ejerce sobre ella para que ultime al niño que lleva en su seno! Cada vez que sucede un aborto, la mano de ese menor sacrificado por nuestro egoísmo nos señala como culpables, por acción u omisión, del crimen del que él ha sido víctima y del que también, muchísimas veces, ha sido víctima la misma madre. Por eso, frente a él, no se puede callar.

¿Qué tiene de extraño que después de legalizar este crimen y de haberlo practicado en los últimos tres años en cerca de mil criaturas hayamos tenido el estallido de violencia que ha conmocionado a nuestro país desde el 11 de octubre de 2019? La legalización del aborto ha constituido un monumento a la violencia al lado de la cual la que sobrevino durante estos último catorce meses parece un juego de niños. ¿Cuánto nos hemos quejado de esta última violencia y, sin embargo, hemos guardado silencio de cara a esa otra violencia, infinitamente peor? Hoy Chile cosecha lo que ha sembrado.

Y, sin embargo, les pedimos a esos niños tengan misericordia de nosotros, nos perdonen y, a pesar de todo, intercedan por Chile ante Dios todopoderoso.

 Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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