Gonzalo Ibáñez Santamaría


El proyecto de indulto general para las personas involucradas en los actos del estallido de violencia, jóvenes la mayoría, entra en estos días a ser conocido por el parlamento. Es difícil entender este proyecto cuando se tiene a la vista la inmensidad de los daños causados y cómo ellos afectaron de inmediato a la población más vulnerable del país. No se puede ensayar la corrección de injusticias sociales provocando otras mucho mayores. Si de algo, entonces, no queda duda es de que ese estallido no tuvo por objeto tal solución sino el de provocar un clima de desestabilización del gobierno y de pulverización del orden institucional del país. Para estos efectos, desde hacía ya varios años se le predicaba a los jóvenes las “injusticias del modelo” y se les azuzaba para que provocaran su desmantelamiento, hasta que se logró convencerlos y que se emplearan como carne de cañón para tal efecto.

El sacerdote Felipe Berríos ahora toma alguna distancia de este proyecto de indulto, pero en su momento empujaba a los jóvenes: “Son chiquillos que la sociedad tiró para el lado. Ellos están al margen, quieren cambiar esta sociedad que los discrimina a ellos y ha marginado a sus padres, que trabajan y tienen salarios que no les alcanzan para vivir, que se les enferma la abuelita y deben esperar un año para una operación. Yo, en su lugar, también habría protestado”*. Es indudable la efectividad de muchos de los problemas invocados, pero ellos no justifican entrar en un espiral de violencia que los va a llevar a niveles inmensamente mayores. Sobre todo, no se puede negar cuánto ha avanzado el país en el camino de su solución durante los últimos 45 años, desde que el gobierno militar decidió apartarse de las políticas socialistas entonces en boga y confiar en la libertad y en la responsabilidad individuales.

De la mano de esta nueva política, Chile se convirtió en un país de oportunidades en especial para su juventud. Y que así fue, lo ha demostrado la corriente de inmigración que viene desde varios otros países del continente. Mientras muchos de nuestros jóvenes hacen gárgaras por las “injusticias” y se dedican al vandalismo, estos otros jóvenes que llegan del extranjero toman las oportunidades que les ofrecemos e inician un encomiable camino de progreso individual y social. Así, los tenemos en restoranes, en estaciones de servicio, en el comercio minorista y en todas partes donde se les ofrezca un puesto de trabajo. Para ellos, no hay tiempo para la protesta ni menos para la violencia. Son así el mejor desmentido a afirmaciones como las del sacerdote Berríos.

Otorgar un indulto como el que propone este proyecto sería validar la delincuencia y dejar en la indefensión al resto del país que quiere trabajar y crecer en orden y en paz. Quienes de hecho provocaron la destrucción y el vandalismo fueron jóvenes, pero con suficiente discernimiento para advertir lo que estaban haciendo. Con todo, no basta con aplicarles a ellos las sanciones contempladas en la ley, sino que -tal vez más importante- se hace menester denunciar a quienes estuvieron detrás manipulándolos para que delinquieran.

*https://radio.uchile.cl/.../la-propuesta-de-felipe.../

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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