Gonzalo Ibáñez Santamaría


La salida de Víctor Pérez del Ministerio del Interior fue el resultado de un acto de indecente guerrilla política cuyo objetivo ha sido claramente el de desestabilizar el gobierno y, en seguida, el país. ¿Cómo fue posible que esto sucediera?

Como siempre, las causas son múltiples y de diferente importancia. Pero, no se puede ocultar que lo sucedido tiene mucha relación con la especial estrategia seguida por el actual presidente de la República para escalar posiciones en el escalafón político del país. Él inició esa carrera inscribiéndose en Renovación Nacional, un partido que en su declaración original de principios proclamaba su adhesión al gobierno militar y su propósito de preservar su legado y de proyectarlo hacia el futuro. Con ello, aseguraba los votos de ese sector. Sin embargo, desde el comienzo, Piñera se las ingenió para actuar siempre contra este principio y proceder, por el contrario, a sucesivas concesiones a quienes proclamaban exactamente lo contrario y, por esa vía, a conquistar votos también en este otro sector.

Así fue cómo, en general, respecto del pronunciamiento militar de 1973 y el gobierno posterior adoptó, tal vez con algunos matices, la versión propia de los sectores que seguían o participaban del régimen marxista de entonces. Recordemos que Piñera, como senador, votó favorablemente, y tan temprano como fue en 1994, el permiso para erigir un monumento a Salvador Allende en la Plaza de la Constitución, al lado de La Moneda. El mensaje fue clarísimo: si Allende merecía ese monumento, ¿por qué entonces fue depuesto? Fue partidario asimismo del progresivo desmantelamiento de la fórmula política ideada por el gobierno militar para evitar que los sucesos que remataron en 1973 volvieran a repetirse. Comenzó con puntos de detalle, como el término de los senadores designados, pero terminó hace un año con la entrega total de la constitución de la república.

Por otra parte, a Piñera le gustó la política económica heredada del gobierno militar, “el modelo”, pero desconoció pertinazmente su origen: por provenir de ese gobierno nunca lo defendió frente a los ataques que de continuo ha recibido. En fin, entre otras concesiones, una muy dolorosa: Carabineros de Chile. De hecho, los dejó sin respaldo frente a la subversión, al terrorismo y al vandalismo que sobre Chile se abatieron a partir del 18 de octubre de 2019. Claramente Piñera estuvo siempre más preocupado de guardar su cara frente a organismos como la ONU o la llamada Comisión Chilena de los Derechos Humanos que de respaldar a aquellos que se la estaban jugando con riesgo de sus vidas por defender el orden institucional del país del cual él es la cabeza.

Todas estas concesiones que lo ayudaron a avanzar en su carrera política provocaron, sin embargo un paulatino debilitamiento del país hasta el punto en que lo vemos ahora, amenazado de retroceder al período del régimen allendista. En el hecho, hoy día, Piñera puede advertir cómo él, durante estos años, no se ha comportado sino como un dócil instrumento de quienes apuntaban efectivamente hacia ese fin, vaciando al país de todas sus defensas. Por eso, ahora puede ser marginado y, con este objetivo, el primer paso fue sacar a su ministro del Interior.

En definitiva, todo lo que en Piñera parecía una carrera victoriosa no ha sido sino una carrera hacia una gran derrota a punto de consumarse. Es el término de una ilusión. Lo cual no tendría mayor importancia si no fuera porque, detrás, es el país el que cae de bruces. Es, por lo demás, lo que intenta esta subversión. Que el país pida perdón por el atrevimiento que significó haber triunfado sobre el marxismo en 1973.

Entretanto, Piñera continua como presidente de la República. ¿Estará dispuesto a reconocer la verdad sobre su carrera y a rectificar todo lo necesario para rescatar al país del naufragio final o insistirá, para perdurar en el cargo, en seguir jugando un papel que, al final del día, ha mostrado no ser sino el de un aliado de la subversión?

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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