Gonzalo Ibáñez Santamaría


De manera muy solemne, el subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli, ha advertido a la ciudadanía que el país se juega a la opción ”democracia o violencia” como si ésta estuviera en una papeleta de votación ¿Qué elige ud.? La pregunta así planteada revela una enorme ingenuidad de parte del gobierno, porque supone que quienes emplean la violencia acatarán el veredicto. Como cualquiera puede advertirlo si la violencia ha ganado enormes espacios entre nosotros no ha sido por un voto favorable para ella, sino simplemente porque nunca hubo ni ha habido una respuesta eficaz de parte del gobierno. Ingenuidad hay en el gobierno, pero asimismo un grado no despreciable de tontería.

No se trata de que los chilenos hayamos elegido la opción violencia, sino simplemente de que la inoperancia del gobierno la ha dejado actuar y crecer. Y no sólo inoperancia sino franca traición al negarle a la fuerza contraviolencia que es la policía todo el respaldo que requiere para cumplir bien con su misión.

Con la violencia siempre hay que contar al interior de la sociedad. Por eso, el poder público organiza una fuerza destinada a contrarrestar esa violencia, pero antes, a inhibirla, precisamente por el temor a la reacción que ella va a despertar. Esa es la misión de la policía. Si la violencia crece a niveles como estos que ha alcanzado en Chile no es porque haya sido beneficiada por una votación, sino simplemente porque no encuentra resistencia de parte del gobierno quien es el único que posee los medios para enfrentarla con éxito.

A través de una pregunta como la que comentamos, lo que hace el gobierno no es otra cosa que un intento de traspasar el cumplimiento de sus funciones al cuerpo de la sociedad. Al actuar así incurre en un notable abandono de sus deberes, porque si él está para algo es, entre otros fines, para mantener a raya a la violencia que siempre subyace en el cuerpo social.

La disyuntiva es, pues, otra: o el gobierno se decide a cumplir con su deber y así obligar a la violencia a retroceder a niveles no amenazantes o, simplemente, entrega el país a la anarquía. Por desgracia, todo hace concluir que esta opción es la que la lleva por ahora. El problema que enfrenta Chile no es, por lo tanto, una cuestión que corresponda solucionar a la ciudadanía sino al mismo gobierno:

¿Ser o no ser? ¿To be or not to be?

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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