Gonzalo Ibáñez Santamaría
La verdad es que uno no puede dejar de pensarlo al advertir el papel que se nos obliga a jugar en este plebiscito al que estamos convocados para dos semanas más. Se nos pide, ni más ni menos, que borremos de una plumada todo el orden constitucional sobre el que se fundamenta la convivencia nacional y que nos aventuremos a dotarnos de otro a partir de una hoja en blanco que, a pesar de los quorum exigidos, puede llegar a contener cualquier cosa. Es decir, se nos obliga a hacer disposición de nosotros mismos para que sobre nosotros pueda instalarse una forma constitucional que puede llegar incluso a ser grotesca. Por ejemplo, donde no se reconozca a los padres el deber y el derecho a ser los primeros educadores de sus hijos, donde se fomente en la juventud el vicio y la corrupción bajo el pretexto de la autonomía de la voluntad de cada uno; donde se abomine de la iniciativa y de la propiedad privada como motores del desarrollo, donde se elimine a las Fuerzas Armadas y a Carabineros como los conocemos ahora y se haga de ellos un mero apéndice del poder político de turno. Donde el matrimonio y la familia no sean más que nombres útiles para designar las realidades más contradictorias y absurdas.
Este es el experimento en el cual se nos quiere obligar a participar como verdaderos conejillos de Indias. En esta pretensión se han coludido los diferentes poderes del estado. Desde luego, el presidente de la República que, en su momento obligado a aceptar este camino para salvar su gobierno, hoy nos quiere convencer de que todo fue obra de su mente fantástica. Del Congreso Nacional, verdadera cocina donde los partidos políticos convinieron esta maniobra para justificar su presencia y sus altos ingresos. Del Poder Judicial, que se ha negado pertinazmente a conocer las demandas ciudadanas para impedir que se violen garantías elementales como la vida y la salud de las personas. De hecho, la Corte de Apelaciones de Valparaíso ha declarado inadmisible el recurso que yo presenté solicitando la postergación del plebiscito en razón de que afecta gravemente el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.
Los ciudadanos estamos inermes frente a esta pretensión de que aceptemos cualquier orden constitucional que pueda salir de esta maniobra. Especial responsabilidad le cabe por supuesto al presidente Piñera elegido en su momento para que resguardara el orden constitucional vigente e impidiera cualquier experimento que se tratara de realizar en él. Hoy, él patrocina ese experimento.
Los chilenos asistimos asombrados a este contubernio de nuestras autoridades que, olvidando los deberes que son propios de sus cargos, emplean el poder de que están dotados en presionar al país para que se embarque en una aventura que ni por casualidad puede terminar bien. Es una hora muy dura la que enfrentamos, porque contra viento y marea hemos de impedir que se destruya un país que, sin ser perfecto, ha costado mucho construir.
La primera tarea es, por supuesto, la de rechazar en el próximo plebiscito esta pretensión de partir de cero en nuestro orden institucional pero, cualquiera sea su resultado, hemos de prepararnos además para un combate largo y muy arduo. Que se advierta claramente que rechazaremos hasta el final, en unas circunstancias o en otras, el papel de ser los conejillos de Indias de este experimento.
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/
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