Gonzalo Ibáñez Santamaría


Ayer se cumplieron 37 años desde que la UDI fue fundada por Jaime Guzmán. Lo recordó Pablo Longueira, uno de los que lo acompañó en ese momento*. En la trayectoria del partido, por cierto, ocupan un lugar principal las figuras del mismo Jaime Guzmán y de Simón Yévenes asesinados sin misericordia por los sicarios del marxismo. Después, continuó Longueira, vinieron las muchas jornadas que marcaron el quehacer del partido; pero, para él, la que va a ser la más “linda” de esas jornadas está por llegar, esto es, la de participar en la redacción de la constitución chilena de 2022. Por eso, desde luego, ya ha llamado con mucho entusiasmo a votar por el apruebo en el próximo plebiscito.

La verdad es que este entusiasmo no es sino una muestra más de las volteretas que Longueira y otros militantes de la UDI -entre los cuales, por ejemplo, Joaquín Lavín, Hernán Larraín, Andrés Chadwick- se han dado en los últimos años, hasta marcar en medida importante al mismo partido. La principal de ellas fue la que el partido en su conjunto tuvo con Piñera. Después de haber sido, durante años, el más decidido de sus adversarios, la UDI, con Longueira a la cabeza, se convirtió en su más obsecuente servidor. Hasta el punto de que varios de sus dirigentes, para identificarse con Piñera, abjuraron de su adhesión al régimen militar y simplemente lo repudiaron a pesar de que de él habían sido altos funcionarios y panegiristas. En esta actitud, el partido los siguió con mucha sumisión y no fue sólo para tomar distancia de los abusos que en ese gobierno se habrían cometido, sino también de las razones que obligaron a las FF.AA y Carabineros a asumir el gobierno del país. En esta pasada han validado, por lo tanto, al régimen de Allende casi como víctima de la voracidad militar. Y todo eso, a pesar que la UDI se formó, entre otras, con la finalidad de defender y proyectar el legado del gobierno militar Es lo que dice su declaración de principios, al menos.

Hoy, a pesar de haber sido resueltos adversarios de la opción por cambiar la constitución y a pesar de que la UDI oficialmente se ha inscrito en las filas del rechazo, tanto a Longueira como a Joaquín Lavín y otros más, les ha brotado un súbito entusiasmo por hacer ese cambio. No quieren quedar abajo del carro que ellos ven como el de la victoria.

La desgracia es que por esta vía no sólo han cavado la tumba de aquella UDI de Guzmán y de Yévenes, sino también, al paso que van, terminarán por cavar la de Chile. En esto, ya han avanzado bastante.

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