1° de septiembre 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Al iniciar un nuevo mes de septiembre es inevitable que nuestra mirada se dirija a la patria que nos cobija. Fue el 18 de septiembre de 1810 que se inició el proceso de paulatina separación de la corona española hasta alcanzar la independencia el 17 de febrero de 1818. Fue un 11 de septiembre de 1924 que nuestras Fuerzas Armadas tuvieron que hacerse cargo de un país que se cayó de las manos de las autoridades civiles de la época (Arturo Alessandri Palma). Y fue el 11 de septiembre de 1973 que esas mismas FF.AA acompañadas por las Orden pusieron término al experimento marxista que amenazaba con liquidar, literalmente, al país. Entrar al mes de septiembre nos pone directamente frente a nuestra historia. No podemos esquivar la mirada, sobre todo en los días que corren en los que Chile se ve nuevamente amenazado de ruina, tanto por la obra de agentes disolventes como por la impericia de un gobierno que no atina a defenderlo como corresponde.

El primer resultado de esta observación es la de advertir que Chile no es un país que está por hacerse o por constituirse. Puede y debe, por cierto, mejorarse y mantenerse siempre en condiciones de ser para sus habitantes una casa acogedora. Pero, ya no partiendo de cero. Chile es un país constituido como tal y, además, lo es fruto de un esfuerzo colectivo de sucesivas generaciones que han dejado lo mejor de ellas en esta tarea común. Y en esta tarea no llevamos sólo los 210 años de independencia sino además casi trescientos años antes en que el esfuerzo de los primeros españoles, fundidos desde el inicio con las razas aborígenes, dieron comienzo a la ardua tarea de forjar una patria.

Somos hijos del rigor, porque nada ha sido fácil en estos casi 500 años de historia. Eso marca nuestra responsabilidad de cara a las generaciones que nos precedieron y marca nuestra responsabilidad de cara a las generaciones que nos sucederán.

Una nación no es sólo la generación que en un momento la habita sino el continuo de generaciones que se van sucediendo las unas a los otras, encadenando las tareas de una y de todas. Por eso mismo, quienes actualmente habitamos Chile no podemos hacer con él lo que queramos. No se trata de refundarlo ni menos aún, partir de cero. Nuestra fundación como nación se pierde ya en la noche de los tiempos y no se trata ahora de organizarla como si fuere un cuerpo amorfo carente de toda constitución. Lo cual debe advertirse con especial fuerza en los días que corren cuando han aparecido pseudo profetas dedicados a anunciar que Chile carece de constitución y que, por ende, corresponde fundarlo a partir de cualquier proyecto.

De cara a tal propósito descabellado y ruinoso para todos, especialmente para los sectores más modestos, las circunstancias exigen advertir que con un país como el nuestro no se juega y que él no es un material susceptible de cualquier experimento. Y que para nuestra generación -la que hoy habita nuestro territorio- constituye un deber sagrado defender a la patria de esos intentos de experimentos. El patriotismo es una forma muy elevada de amor al prójimo y de amor a Dios. Por lo mismo, llegado el momento, Él va a pedirnos estrecha cuenta acerca de cómo hemos defendido nuestra patria y cómo hemos cumplido con nuestra tarea de entregarla mejorada a las generaciones que nos sucedan.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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