Gonzalo Ibáñez Santamaría
La obsesión de la clase política chilena, con el presidente de la República a la cabeza, de llevar al país a jugarse su suerte en un plebiscito entra de lleno en un campo casi demencial. Si en ese plebiscito se aprueba la idea de eliminar la actual constitución, se iniciará un proceso para redactar otra sin que, hasta ahora, exista ni el menor antecedente para saber lo que ella puede llegar a contener. De hecho, ella se redactará a partir de una hoja en blanco disponible para ser llenada por cualquier contenido. El plebiscito es así un salto en el vacío del cual sólo por casualidad puede salir algo bueno para el país.
Tan grande es esta obsesión, que esa clase política no vacila en sacrificar derechos esenciales de las personas. En la situación de pandemia que vivimos, un acto como ese plebiscito pone en grave riesgo la salud de las personas e, incluso, su misma vida. Es así como queda comprometida la más importante de las garantías constitucionales. Pero, hay más. Es también garantía constitucional el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación (art. 19 N° 8). Y, por eso, son muy positivas las medidas adoptadas el gobierno para prevenir que se desencadene una ola de contagios del covid-19, aunque ello haya significado restringir varias de las libertades ciudadanas.
Sin embargo, al llamar a un plebiscito, el gobierno provoca una situación propicia para el desencadenamiento de esa ola. Es decir, procura un medio ambiente que llama a la contaminación. Tanto es así, que se autoriza al servicio electoral (Servel) para adoptar las medidas que sean necesarias para preservar, en este ambiente, la salud de las personas. Eso ya constituye un reconocimiento de que el ambiente que es consecuencia del llamado a plebiscito es contaminante y altamente peligroso para la salud de las personas. El sólo hecho de estar obligado al uso de mascarillas así lo demuestra.
De hecho, se nos obligará a las personas a observar conductas que son incompatibles con la naturaleza de un acto eleccionario. Prácticamente tendremos que pedir hora para ir a votar, tendremos que respetar distancias entre un votante y otro, lo cual va a obligar a un esfuerzo físico desproporcionado y a prolongar las horas de votación de manera desmesurada. La sola visualización de estas dificultades va a inclinar a muchos a abstenerse de concurrir a un local electoral. Y, aún más grave, aunque se observen todas esas medidas, el peligro seguirá latente. Por este motivo, serán muchos más lo que se nieguen a concurrir a este plebiscito.
El llamado a plebiscito en las condiciones de pandemia que sufre Chile viola así derechos esenciales de las personas y, por eso mismo, es inconstitucional e ilegal. Quiera Dios que nuestras autoridades comprendan cuánto daño está causando al país verse enfrentado a una encrucijada como ésta al cuál ellos lo han conducido y cómo, en las actuales circunstancias, las personas somos avasalladas por el capricho de estas autoridades.
Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/
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