Gonzalo Ibáñez Santamaría


La aprobación por parte de la Cámara de Diputados del proyecto de reforma constitucional que permite retirar hasta un 10% de los fondos previsionales es claramente un acto de demagogia que pone en grave riesgo no sólo la existencia de esos fondos sino todo el andamiaje de la estructura institucional del país. Después de ese paso, todo entra a ser posible. El gobierno se opuso tenazmente a esta iniciativa y, hasta antes de la votación, quedaba la impresión de que su postura se impondría, pues la oposición no contaba con los votos suficientes para alcanzar el quorum propio de una reforma constitucional. Sin embargo, lo alcanzó pues fueron varios los diputados del oficialismo que se adhirieron a esta iniciativa y la votaron favorablemente.
La decisión de estos parlamentarios es doblemente repudiable. En primer lugar, por adherirse a una moción demagógica que busca utilizar la emergencia de la pandemia para iniciar el proceso de destrucción del sistema chileno de pensiones y así lograr que todo el mundo de los pensionados deje de depender del esfuerzo que hayan desarrollado en sus vidas laborales para entrar a depender de una dádiva estatal. Sus cotizaciones ya no irán a un fondo propio, sino entrarán en las arcas fiscales perdiendo toda relación con las personas que las produjeron. Y, que tengan la certeza, para recibir pensiones cada vez más exiguas.
En segundo lugar, pero no menos importante, porque han traicionado al gobierno para cuya defensa fueron elegidos. Es cierto que esta defensa no puede ser ciega, pero la adhesión que se pedía en este caso no era para nada ciega sino muy lúcida. Impedir que se socavara uno de los pilares sobre los cuales se ha construido el progreso de Chile en los últimos años. Sin embargo, se dejaron arrastrar por la demagogia y ponen en riesgo el futuro del país y de los mismos pensionados que dicen defender.

El resultado habla muy mal de quienes lo produjeron. Pero también habla mal de la capacidad de liderazgo del gobierno y de las directivas de los partidos que lo respaldan. No es, con todo, de extrañar. Ellos aceptaron poner la suerte del país al azar de un plebiscito que apunta a eliminar la actual constitución para reemplazarla por otra elaborada a partir de una “hoja en blanco”. Así agraviada, la constitución actual se ha debilitado y son muchos los que se han sentido autorizados para pasarla a llevar sin escrúpulo. Desde luego, el mismo Parlamento al tramitar impunemente proyectos inconstitucionales, o lo jueces al fallar contra sus disposiciones. En definitiva, al debilitar a la constitución, el gobierno se debilitó a sí mismo y ha perdido ascendiente incluso sobre sus propias fuerzas. La impresión que deja este episodio que comentamos es la de que Chile carece de un liderazgo capaz de conducirlo en su camino hacia el futuro. Y, cuando esto sucede, ese futuro, más que ser deseado, es temido.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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