Gonzalo Ibáñez Santamaría


Mucho se habla del “interés superior de los niños” como objetivo de la legislación y de las políticas relativas a menores de edad; pero, lo cierto es que detrás de buenas palabras los hechos van mostrando que se esconden propósitos muy distintos. En los últimos días ha habido varios ejemplos. En un caso, el Congreso aprobó una disposición que reconoce a los niños el “derecho a participar” en manifestaciones públicas, aunque pacíficas. Obviamente ese derecho se esgrimiría contra los padres que buscan evitar a sus hijos esa concurrencia y así, sin duda, se pretende quebrar la patria potestad. Entusiasmando a esos niños a que dejen la protección paterna, se busca emplearlos como fuerzas de choque en manifestaciones de esa índole que, todos sabemos, dejan muy pronto de ser pacíficas para convertirse en extraordinariamente violentas. ¿Cuál es el interés superior de los niños?

Por otra parte, por orden de un juzgado, el Registro Civil se ha visto obligado a modificar la partida de nacimiento de un niño y a registrar que él tiene dos “padres”. Simplemente una monstruosidad. Desde luego, ese niño no fue encontrado en la calle en una situación de abandono, sino que fue fabricado ex-profeso para emplearlo en este experimento. No hay pues un interés del niño, sino un interés de dos adultos de un mismo sexo que quieren exhibirlo como propio de ellos. Se fabrica al niño y se le condena a no saber nunca quién fue su madre. También, se le deja intencionalmente, en toda su etapa formativa, sin el apoyo fundamental de una madre a la cual, al modo de caricatura, se la trata de reemplazar por otro varón, como si los roles fueran intercambiables. Y, a propósito de este caso y de otros, que ya menudean aquí y allá, el congreso se apresta a dar respaldo legal a esta situación, estableciendo la filiación homoparental o de dos progenitores del mismo sexo. Es decir, se niega la evidencia de la naturaleza que nos dice que sin un padre masculino y una madre femenina es imposible que haya una nueva vida y que se daña en forma severa el proceso de educación y formación de ese niño. En este caso, como ya en otros también, la ley se niega a ceñirse a la naturaleza y, al contrario, pretende ella hacer a esa naturaleza.

Detrás de todas estas movidas hay, desde luego, un designio de terminar con el matrimonio y la familia de siempre y de condenar a los pocos niños que puedan nacer -que no hayan sido masacrados por el aborto- a convertirse en autómatas manejados por adultos inescrupulosos. Todo ello, por la vía de exacerbarles su libertad, por una parte y, por otra. de negarles su derecho a contar con un padre y una madre. Es el camino a una perversión sin límites.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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