Gonzalo Ibáñez Santamaría


La expresión latina ¿Quo Vadis? la hizo famosa la novela del mismo nombre escrita a fines del siglo XIX por el autor polaco Henryk Sienkiewicz. La leyenda dice que, cuando el apóstol Pedro huía de Roma amenazado por la persecución del emperador Nerón vio que, en su camino, pero en dirección a Roma, venía Jesús su Maestro, cargando una cruz. Asombrado, se detuvo y le preguntó ¿Quo vadis Domine? ¿A dónde vas Señor? A lo que Jesús respondió que a Roma porque, si Pedro la abandonaba, él iba para allá para hacerse cargo de sus fieles y a afrontar, si fuere necesario, otra vez el suplicio de la cruz. Pedro entendió el mensaje, y dando vuelta regresó a Roma donde efectivamente terminó sus días crucificado por Nerón.

Esa misma pregunta, pero en un contexto diferente, nos hacemos hoy día al observar el caminar de nuestra nación: ¿Quo Vadis Chile? El 18 de octubre del año pasado estalló en nuestro país una violenta subversión, destinada a sacar al país de su quicio y a arrastrarlo a la condición de miseria en la que se debaten los países socialistas como Cuba o Venezuela.

En su momento, el gobierno militar dejó a Chile con un rumbo muy claro hacia el buen progreso, la superación de la miseria y el afianzamiento de las libertades públicas mediante un total respeto a las reglas del orden público. Aunque los gobiernos que siguieron al de las FF.AA. y de Orden mantuvieron en buena medida el modelo heredado de aquel, comenzaron de a poco a desmontarlo. Así fue como se procedió a desarmar la estructura familiar banalizando el matrimonio, autorizando el aborto y educando a los niños en el relajo sexual, enseñándoles, por ejemplo, que da lo mismo acostarse con una mujer que con un varón.

Paralelo a esa estrategia, se dio comienzo a una violenta campaña contra el gobierno militar, demonizándolo hasta en sus más mínimos detalles. A esa campaña contribuyeron muchos que habían participado en ese gobierno y que incluso formaron partidos políticos para defender y proyectar su legado. Una vez que ese gobierno cesó en sus funciones, comenzaron a virar y a adecuarse a los tiempos. Para ellos, los militares ya habían hecho la tarea de limpiar y enderezar la casa y ahora convenía mostrarse incluso como antagónicos a ellos. No fue de extrañar que, como contrapartida, el régimen marxista de Allende comenzara a aparecer como una blanca paloma víctima de las ansias de poder de los militares. Y que, por lo tanto, podía soñarse con retomar su política, aunque ello significara arruinar al país.

El último paso fue el de destruir el modelo económico, fundado en la propiedad y en la iniciativa privada, que tanto progreso trajo al país y a sus habitantes. Fue la consigna del 18 de octubre alegando la desigualdad que estaría produciendo entre los chilenos y, sobre todo, que era el modelo de la “dictadura”. Ante este argumento, el gobierno y los partidos que lo acompañaban, mantuvieron silencio. El país entró en una vorágine de violencia, vandalismo y destrucción nunca antes vista en nuestra historia. El gobierno, para tratar de aplacar la revuelta, dejó a las fuerzas de policía sin todo el respaldo que necesitaban y que merecían; y, lo más importante, entregó el futuro del país al azar de un cambio constitucional cuya premisa era la de partir de una “hoja en blanco”. A pesar de estas concesiones, el gobierno seguía tambaleándose cuando, a mediados de marzo recién pasado, apareció la pandemia del corona virus que detuvo todo y que obligó a trasladar toda la atención a la emergencia sanitaria que Chile, como todo el resto del mundo, comenzó a vivir.

Hoy, tres meses después, estamos en el medio de esa pandemia que nos ha azotado duramente en especial a los sectores más modestos. Sin embargo, corresponde ya comenzar a preguntarse por el Chile post pandemia. Este ha sido un tiempo para meditar. ¿Dejaremos al país en manos de bandas que sólo quieren destruirlo? ¿Abandonaremos a los más vulnerables de entre nosotros para que sean aprovechados como carne de cañón en esta subversión a que se nos quiere llevar? ¿Dejaremos a la juventud en manos inescrupulosas que los emplean como ariete contra el orden público? ¿Abandonaremos a nuestras FF.AA. y de Orden en su tarea de servir de columna vertebral del país?

¿Quo vadis Chile? Es la pregunta que, desde lo alto, nos hacen quienes nos precedieron en nuestra patria y que gracias a su esfuerzo hoy disponemos y podemos gozar de ella. Y que también nos hacen las generaciones por venir cuyo derecho es recibir un Chile en camino de prosperidad como era el que recibimos nosotros hace ya treinta años.

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