28 de junio 

 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Desde su columna dominical en El Mercurio o desde las innumerables cartas que ese mismo medio le suele publicar, Carlos Peña pasa por ser uno de los comentaristas más influyentes del país. Y que lo ha sido lo demuestra el estado en que el país se debate. Porque, en la base de la situación en la que vivimos marcada por la confrontación, la creciente anarquía y la desaparición de la autoridad, están muchas de las ideas que ese autor ha propiciado desde sus tribunas. Sucede, eso sí, que cuando estas consecuencias -confrontación, violencia y anarquía- se han producido, como ahora, él retrocede con horror hasta el punto de clamar, por ejemplo, por el respeto irrestricto de la constitución y las leyes*. Pero, el peso de sus ideas parece ser más fuerte y a ellas vuelve a pesar de esas consecuencias.

Es lo que muestra en su última columna del domingo 28 de este mes: “En una sociedad abierta las personas tienen derecho a establecer su escala de preferencias, aquello que les es indispensable y lo que no, atendiendo a su propio discernimiento y sin injerencias no consentidas de terceros, ni menos del Estado”. “La libertad individual consiste, ante todo, en reconocer a los individuos adultos la posibilidad de discernir por sí mismos qué es preferible y qué no lo es, qué les es esencial y qué no, a la hora de trazar un plan de vida y ajustar su conducta a ese plan”**. Todo eso parece muy razonable pero siempre que, antes, se deje en claro cómo toda esa libertad puede y debe ejercerse siempre que sea sin mengua de los requerimientos que, de nuestra naturaleza, brotan para procurar y defender el bien de la comunidad de la que formamos parte -o bien común- en la certeza de que nuestro propio bien sólo se puede alcanzar al interior de la vida en comunidad. Ese es el carácter social de nuestra naturaleza que, de ser rechazado o soslayado, termina por destruir a la comunidad y, en definitiva, a cada uno de sus miembros. Es lo que estamos viendo y padeciendo en Chile. Pero, de esto, Peña no dice nada.

Por eso, si alguien en su plan de vida decide dedicarse al narcotráfico o volver la constitución en letra muerta, o si decide que su meta es apoderarse de los bienes ajenos, o si decide que su interés le exige dejar botados los niños que ha procreado ¿cómo puede Peña refutarlo e impedirlo? Lo que está sucediendo en Chile no es obra del azar sino de la calculada demolición de los principios sobre los que debe sostenerse todo el edificio social. Y, en esa tarea, Carlos Peña, a pesar del terror que le provocan las consecuencias, ha jugado un papel principal.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/posts/2678925625654682

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