23/06/20 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Bajo el título "Un país al margen de la ley", Carlos Peña publica su última columna en El Mercurio*. En ella se hace eco de la preocupación que suscita advertir como en Chile ha cundido el hábito de saltarse la ley con el pretexto de hacer así realidad una determinada concepción de la justicia. Por ejemplo, los jóvenes que hace unos meses recorrían Chile destruyendo todo lo que se pusiera a su alcance. Pero, también hoy, la presidenta del Senado que afirma que la constitución no será obstáculo para hacer justicia como ella la entiende; parlamentarios que también han decidido saltarse la constitución en la presentación de proyectos de ley alegando una determinada visión de la justicia; jueces que dejan de lado la ley para hacer justicia según el parecer de ellos.

Con razón concluye Peña que hoy en Chile hay un riesgo importante de no estar más sujetos a la ley, como ha sido nuestra costumbre, sino al capricho de cada autoridad o de cada persona, que lo esconde bajo el recurso a una determinada concepción de la justicia que sólo ella conoce.

Pero, el fenómeno no es tan nuevo como deja entreverlo Peña. Porque resulta que el legislador al dictar la ley puede someterse, como corresponde, a la naturaleza de las cosas o puede querer hacer esa naturaleza a su antojo. Por ejemplo, ¿por qué la ley de construcción debe exigir volúmenes mínimos de aire o escaleras de escape? Porque así lo enseña la naturaleza humana. Sin embargo, en Chile, hace tiempo que el legislador se ha sentido en condiciones de hacer las leyes a su personal antojo. Él no quiere más sujetar su libertad a la verdad de la persona y de las cosas, sino que exige que sea su propia libertad de legislador la que establezca la verdad en cada caso. Y, ¡oh paradoja! ahí estuvo Carlos Peña para apoyarlo. El ejemplo más dramático es, sin duda, el del aborto en que para aprobarlo se niega, contra toda evidencia, la condición humana del niño que está por nacer. Y ahí estuvo Peña bregando para que se aprobara.

O cuando se destruyó la familia quebrando su fundamento que es el matrimonio de por vida entre un hombre y una mujer. Y ahí estuvo Peña detrás. O cuando se le dice a un joven que en virtud de la igualdad da lo mismo acostarse con una mujer que con un hombre. Y ahí también ha estado Peña. ¿De que se queja ahora? ¿Se horroriza ahora al ver los frutos de lo que él con tanto ahínco sembró?

Lo que nos sucede, sin embargo, no es sólo problema de los chilenos. Es, al contrario, una vieja tendencia de las personas de todos los tiempos y de todos los lugares, a vivir una libertad sin límites y sin restricciones. Hoy, en Chile, comenzamos a pagar las consecuencias: en esa hipótesis, no existe “la” libertad, sino tu libertad o mi libertad. En definitiva, la del que sea más fuerte. En eso estamos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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