Las FF.AA. y de Orden: Columna Vertebral de Chile
Gonzalo Ibáñez Santamaría
Hoy, 21 de mayo, al conmemorar una vez más el Combate Naval de Iquique corresponde por supuesto volver en primer lugar la mirada a Arturo Prat para agradecerle su sacrificio y admirarlo por su valentía y arrojo, y por su decisión de llevar el combate hasta las últimas consecuencias, aunque ello le costara, como le costó, la vida. Y a su gente que no vaciló en seguir los pasos de su comandante en el camino del sacrificio y del honor.
Pero también corresponde advertir cómo el espíritu que los animaba no era diferente del espíritu que animaba a todas nuestras Fuerzas Armadas en las circunstancias de la guerra del Pacífico. El sacrificio de Prat fue, sin duda, la expresión más alta de ese espíritu, pero se impone reconocer que él era participado por todos quienes vestían el uniforme chileno. Y también debe decirse que ese espíritu no fue una exclusividad de esa guerra, sino que ha estado siempre presente en nuestros institutos armados, incluyendo las fuerzas de Orden como Carabineros e Investigaciones.
Y, por lo mismo, se impone reconocer en estas instituciones el eje sobre el cual Chile, al menos, durante sus años de vida independiente, se ha estructurado. Lo han sido en situaciones de conflicto con nuestros vecinos del norte, como fue aquella guerra de 1879, y como fue después en los sucesivos conatos que hemos tenido con nuestro vecino del otro lado de la cordillera, tanto a fines del siglo XIX y comienzos del XX como en 1978 cuando sencillamente marchábamos ya a la guerra que sólo la impidió la mediación de S.S. Juan Pablo II. Si en estos desafíos Chile pudo salir airoso fue siempre en último término por la acción de sus FF.AA. y de Orden.
Pero también a esas instituciones les ha correspondido cumplir una tarea similar cuando por las torpezas, las ambiciones y aun las traiciones de grupos civiles, el país se ha visto en serio riesgo de sucumbir. Nunca han tenido ellas ni el menor asomo de ambiciones de poder político sino solamente de cumplir lealmente con sus deberes profesionales. Pero, cuando las circunstancias han hecho imperiosa su intervención, no han vacilado en jugársela por el país. Sucedió en 1830 cuando la batalla de Lircay afianzó la república portaliana; sucedió en 1851 y 1859 en las guerras civiles que rodearon el decenio de Manuel Montt; sucedió en 1924 cuando, al evaporarse la riqueza del salitre, el país se le cayó de las manos al gobierno civil de entonces, y sucedió sobre todo el 11 de septiembre de 1973 cuando el país, dirigido por un poder traidor, era llevado a constituirse en una segunda Cuba y en un lacayo de la Unión Soviética. Y, hoy día, cuando el país se ha visto atacado por esta terrible pandemia, son ellas las que velan por la paz y seguridad de los chilenos.
Al rendir un nuevo homenaje a Arturo Prat y a sus camaradas no podemos hacerlo sin comprender en él al conjunto de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden que han sido en último término el gran recurso, la columna vertebral, que la ha permitido a Chile caminar erguido por la historia.