Gonzalo Ibáñez Santamaría


 

Hace unos días, Sergio Micco, director del INDH (Instituto de Derechos Humanos) tuvo la debilidad de priorizar el sentido común sobre la ideología, y así señaló que “no hay derechos sin deberes”. Eso bastó para que se descargara sobre él un torrente de improperios proveniente de los sectores más extremos de la oposición política comenzando por el sr. Hugo Gutiérrez, diputado del partido comunista. También dispararon contra él otros integrantes del consejo del mencionado Instituto. En ambos casos, alegando que los derechos son incondicionales y que no se puede sujetar su validez al cumplimiento de deberes.

Sin embargo, Micco tenía toda la razón porque si no existe en mí, previamente, el deber de respetar el derecho de otro ¿por qué he de respetarlo? Ciertamente ese deber existe pero entonces ¿por qué? La respuesta no es difícil: yo estoy obligado a respetar el derecho de otro, y este otro también está obligado a respetar el mío, porque ambos estamos unidos en el cumplimiento de un deber común: procurar el bien del grupo humano del cual ambos formamos parte. La justicia -dar a cada uno lo suyo- es el factor esencial para alcanzar ese bien común y es ella la que nos impera entonces respetar los derechos de los demás para que así todos podamos alcanzar la finalidad común que nos ha unido en sociedad. Este deber común -procurar el bien de nuestra sociedad- es el fundamento de que los derechos sean exigibles. Si no existiera ese deber de procurar el bien común, no existiría el deber de respetar los derechos del otro. Tan simple como eso.

Y es lo que tiene que quedar en claro en nuestra conducta. No puede ser lo que sucedió en Chile a partir del 18 de octubre: bandas de desalmados que se sentían completamente desvinculados de los derechos de otros y así se dedicaban a destruir bienes indispensables para el desarrollo de todos, comenzando por un medio de locomoción como es el metro de Santiago. Y que, sin embargo, se sentían que, respecto de ellos mismos, los demás sí tenían el deber de respetarlos. Ellos procedieron como si no vivieran en sociedad con los demás, pero exigían que los demás procedieran con ellos como sí vivieran en esa sociedad. O lo uno o lo otro.

Es esencial para una adecuada comprensión de los derechos el reconocerlos vinculados a la exigencia o al deber de cumplir con el bien común de la nación que nos cobija. De lo contrario, se abre la puerta a la más completa anarquía y a la vigencia de la ley de la selva. Es, por lo demás, lo que alcanzamos a vislumbrar en nuestro país antes de que la pandemia del coronavirus llegara a cerrar esa puerta.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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