Gonzalo Ibáñez Santamaría


Quienes presionan para botar a la basura la constitución que nos rige y nos impulsan en una aventura descabellada para dotarnos de otra de la cual nada se sabe y que puede ser cualquier cosa, nos dicen que la actual es la constitución de Pinochet que no tendría nada de democrática. Sin embargo, ella ha sido objeto de múltiples modificaciones a partir de sus propias reglas y nunca nadie pretendió entre medio derogarla completamente. Especialmente el año 2005, durante el mandato del presidente Ricardo Lagos, cuando ella recibió tales transformaciones que, al final quedó firmada por ese presidente y por su gabinete. Las palabras de Lagos fueron elocuentes: "Este es un día muy grande para Chile. Tenemos razones para celebrar. Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile, es nuestro mejor homenaje a la independencia, a las glorias patrias, a la gloria y a la fuerza de nuestro entendimiento nacional", expresó el Mandatario, quien afirmó, emotivamente, que "hoy despunta la primavera" en el país”.*

Que después de esas palabras hoy se diga, por los mismos que entonces estaban detrás de Lagos y de su gobierno -y por el mismo Lagos- que seguimos anclados en la constitución de Pinochet, sólo demuestra que, claramente, están mintiendo respecto de lo que dijeron entonces. La verdad es que estamos desmantelando la constitución de Lagos pretextando que es la de Pinochet.

Por lo demás, aun si fuera simplemente la de 1980, han transcurrido ¡40 años! desde que fue promulgada y sólo hoy, según esos mismos que nos mienten, nos estaríamos dando cuenta de cuán “agobiados” habríamos estado durante todo ese tiempo. Si así fuera ¿qué pensar de este pueblo? ¿Qué pensar de él cuando bajo el imperio de ese texto y de sus modificaciones el país creció como nunca antes en nuestra historia y ahora querría tirarlo todo por la ventana?

Las críticas que se hacen al texto constitucional que nos rige en verdad no son más que pretextos para embarcarnos en una aventura insensata que conducirá al país al despeñadero por donde han caído Cuba y Venezuela. No nos engañemos: está claro que defender el orden institucional que nos rige es, hoy día, el camino para defender a los más débiles de la patria, a sus sectores más modestos, indefensos y vulnerables, a sus mujeres y a sus jóvenes. En primer lugar y antes que nada, de la pretensión de emplearlos como carne de cañón por quienes están detrás empujando esta aventura.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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