19 de mayo, 2020
Enrique Subercaseaux
Director Fundación Voz Nacional
Ha quedado en evidencia lo inoperativo que son los organismos internacionales, pero la relación de Asia con ellos es muy interesante: se participa en todos, porque se entiende que es una manera de apalancar la proyección del “soft” y “hard” power. Pero, simultáneamente, las naciones, que hacen valer su soberanía, trazan un límite claro entre las recomendaciones e imposiciones. Esta misma característica les permite una mayor y más provechosa resiliencia en materias de políticas públicas, que les han permitido ir sorteando la pandemia con mayor éxito, que es lo que realmente cuenta, al final del día.
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Augusto Monterroso
La cita que he puesto arriba es un cuento corto. Completo. Todo un mundo contenido en una línea.
El mundo post-pandemia será tan simple o tan complicado como queramos. Hacer proyecciones, sin una bola de cristal, puesto que ésta no existe para este caso, es difícil e irrelevante. No existe porque ignoramos los contornos del virus: cómo se originó, cómo se expande y cuál es su ciclo vital.
Recuerdo aún los ríos de tinta, las páginas y páginas que se escribieron durante la crisis asiática o durante la crisis aviar, la mayoría de ellas hoy redundantes. Más vale hoy observar, leer, conversar y preguntar. Las referencias académicas no siempre enriquecen los intentos de describir. Confunden y enmarcan demasiado realidades que no son más que una foto, de tiempos lejanos o cercanos, pero foto al fin.
Asia hoy está reabriendo su economía. Con mucho ímpetu y con dosis de prudencia. Una prudencia que se ha proyectado hacia lo colectivo, ya que la población entendió claramente que el esfuerzo es entre todos para superar la crisis, entendiendo a cabalidad el significado del ideograma chino: problema/oportunidad. Quisiéramos esta claridad en otras latitudes.
Luego vendrá el análisis de que si se hizo mucho o se hizo poco. Y las teorías conspirativas durarán años, sin lograr una certeza que las destruye como teorías y las transforman en hechos. Pero en el escenario de la actualidad, en que se reedita la Guerra Fría (China vs. Estados Unidos), las teorías mandan. Pudieran ellas volcarse en las esplendidas novelas y películas de espías que tuvimos en el pasado.
Ha quedado en evidencia lo inoperativo que son los organismos internacionales. En este caso, la OMS. Organismo politizado y burocratizado, es incapaz de tomar decisiones de manera oportuna y objetiva. Y mucho menos de tener sintonía fina con las distintas regiones y países del globo, que responden a realidades sociales y económicas diversas. Igual fracaso ha tenido la ONU en el pasado, en sus diversas misiones de paz o sus diversas agencias encargadas de la ayuda y asistencia humanitaria, cuyos casos más notorios subsisten en el tiempo. Para no hablar de la OEA y el caso de Venezuela…
No he leído ni palabras ni conceptos contra el neoliberalismo ni contra la economía libre en país asiático alguno.
La representación geográfica y la rotación geográfica que están presentes en la membresía de los organismos internacionales, en la composición de sus agencias y comités y en el proceso de tomas de decisiones son parte importante del problema. Se confió en que el pensamiento, la praxis y la ideología iban a tender a homogeneizarse, pero la realidad ha sido distinta, donde las diferencias no han hecho más que acentuarse. No hay un club más diverso en donde la membresía incluye a China (y excluye a Taiwán), Arabia Saudita, Rwanda, Venezuela, Singapur y Nueva Zelandia, por ejemplo.
La ambición por regularlo todo simplemente no es posible, porque ni siquiera los mínimos comunes son fáciles de encontrar. Y, cuando se encuentran, sirven de muy poco. Mejor sería volver a temas que unen y que sean más simples de resolver. Por algo se ha tenido que organizar el G-7 y el G-20 para destrancar la inacción derivada del monstruo que funciona a caballo entre Nueva York y Ginebra.
Como reflexión en este ámbito, se puede observar que los “arreglos” existentes para la coordinación financiera han servido para trabajar de forma mas efectiva y unificada para afrontar las crisis. Y esto se pondrá a dura prueba para enfrentar la recesión económica que se viene encima, y que tendrá la fuerza de un tsunami.
Las sociedades (no todas, claro está) han aprendido, y en la época post pandemia podrán reafirmar sus conclusiones, que no se trata de estados más grandes o más pequeños, sino que de estados mas eficientes. Y donde el liderazgo político (ya no existen aquellos líderes del pasado) es esencial. Luego, cosa importante, está la interacción con la sociedad civil. Ojo: la verdadera sociedad civil, no aquella financiada por Soros o el primer mundo y sus exagerados impuestos (que es ineficiente, altamente ideologizada y es un resumidero de activismo político del progresismo), sino aquella que se va articulando a través de perseguir agendas temáticas afines o similitud de intereses. Ésta ha ido demostrando que puede contribuir y puede cristalizar lo que emana de las directrices emitidas por el gobierno de su país.
Y así se va separando, ya existen ejemplos, de quienes han podido enfrentar mejor la pandemia, que, sospecho, será un grupo similar a quienes puedan enfrentar mejor la recesión que ya está sobre el globo. Es el pragmatismo el que cuenta. Y el espíritu de lo colectivo. “No importa el color del gato, sino que cace ratones”, como dijo Deng Xiao Ping. No será para muchos políticamente correcta esta cita, pero lo cierto es que encarna a la médula el saber hacer que ha impulsado el desarrollo del Asia en los últimos decenios, post Guerra de Vietnam. No por defender posturas ideológicas podemos negar el inmenso avance de Asia en los últimos decenios, sacando a millones de la pobreza y lo que es básico: dando a la gente libertad para ser los dueños de su propio destino. La búsqueda de la felicidad, del progreso y del bien común.
La resiliencia y la adaptabilidad juegan un rol fundamental para separar ganadores y perdedores.
La relación de Asia con los organismos internacionales en muy interesante: se participa en todos, porque se entiende que es una manera de apalancar la proyección del “soft” y “hard” power. Pero, simultáneamente, las naciones, que hacen valer su soberanía, trazan un limite claro entre las recomendaciones e imposiciones. No existe en forma nítida la Agenda 2030 de Naciones Unidas porque simplemente no le tienen fe, y porque entienden que hay aspectos culturales, sociales y económicos que deben preservar. Esta misma característica les permite una mayor y más provechosa resiliencia en materias de políticas públicas, que les han permitido ir sorteando la pandemia con mayor éxito, que es lo que realmente cuenta, al final del día.
Aparte de la mejor calidad de políticas públicas y una participación mas perfeccionada de la sociedad en el gobierno, habrá una revisión de los aportes y gastos a organismos internacionales. Esto se hará no solo obvio, sino que urgente al entrar el mundo a una época de mayor estrechez económica. Por lo mismo, el sistema de Naciones Unidas deberá tender a reformarse o a morir. Ya existen agencias redundantes porque simplemente no les hacen caso: en el ámbito de DD.HH. por ejemplo. Cuando de allí emanan directrices que llaman a una reforma de la economía mundial, y las voces más ideologizadas llaman a “enterrar el neoliberalismo” (concepto que aun no entiendo a cabalidad), evidentemente habrán oídos sordos.
La economía del sistema capitalista (que se aplica de muchas formas distintas) ha llevado al bienestar de Asia (y gran parte del mundo). Y sus sociedades lo saben. Entre otras cosas, por el fino entramado de PYMES que se extienden a lo largo y ancho de este continente, y que han sido la más importante expresión de libertad que han tenido acá (recordemos que la historia de este continente es distinta, y sus referencias culturales también, por lo que la manera de pensar y actuar es necesariamente diversa). No se cambiará el sistema. Se perfeccionará, como lo ha estado en las últimas décadas.
No he leído ni palabras ni conceptos contra el neoliberalismo ni contra la economía libre en país asiático alguno. Ni siquiera en China ni tampoco en Vietnam. Puede que tenga que ver el pragmatismo. Pero, más fundamentalmente, se ha plasmado creencia, voluntad y acción en las sociedades que se han ido construyendo: solidarias, pujantes, innovadoras místicas, donde la movilidad social es un concepto que existe en la practica y muestra sus resultados.
De este nuevo escenario, al que se añade el uso masificado de la inteligencia artificial, surgirán nuevos liderazgos. Entre otras cosas, porque el nivel de educación es muy alto, lo que favorece la innovación intelectual y la resiliencia o adaptabilidad social a las realidades de un mundo cambiante. Es ya claro, la resiliencia y la adaptabilidad juegan un rol fundamental para separar ganadores y perdedores. Quisiéramos muchos ver la evolución de la mentalidad en América Latina. Ello será posible con la aparición de nuevos y diversos liderazgos. Los que existen nos tienen entrampados en un discurso maniqueo. Y totalmente estéril para el mundo que se nos abre en el nuevo amanecer, que ya está próximo.
Fuente: https://ellibero.cl/opinion/enrique-subercaseaux-asia-y-el-nuevo-mundo-post-pandemia-y-post-crisis/
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