Cristián Labbé Galilea
Se tiene por sabido que la intolerancia es una de las “originalidades” de la izquierda y de sus compañeros de ruta, pero lo ocurrido en las últimas horas “dijo fuera”: bastó que en un medio de comunicación apareciera, en formato de inserción, un “registro histórico” de algunos hechos ocurridos en nuestro país en la década del 70, para que saltaran “como almas que se lleva el diablo”, voceando a diestra y siniestra que se trataba de un “inserto negacionista”, suscrito a penas por un puñado de fanáticos.
Como en la edad media, esos “endemoniados”, que se creen los señeros y únicos adalides de la libertad y la verdad, se han apurado a condenar el breve escrito, pero en ningún momento han negado o desmentido lo que ahí se trascribe, eso simplemente porque… es la pura y santa verdad.
Para que decir lo que, sobre el tema, recogen las redes sociales, verdaderas “chinganas digitales” (léase escondrijos cibernéticos), donde se refugian los cobardes y desde donde, sin ninguna responsabilidad, interpretan la historia a su amaño y condenan a cualquiera que no piense como ellos.
Lo cierto es que una vez más, ante una verdad indesmentible, la izquierda y su comparsa, esclava de sus mentiras, se niega a reconocer la realidad y clama para que se limite la libertad de expresión.
Tal reacción es la mejor evidencia de que la referida inserción ha cumplido su cometido, ya que ha logrado, entre otras cosas, mostrar a la opinión pública: la intolerancia que campea en el mundo de las ideas; la existencia de un periodismo militante, hasta ahora negado por muchos; la iniquidad del Colegio de Periodistas que, en lugar de defender la libertad de expresión, pide que se restrinja; la increíble infiltración en los medios de comunicación; la toma del Mercurio, etcétera, etcétera…
Pero quizá lo más relevante de esta polémica es que ha sido un verdadero despertar para que, quienes todavía creían que “el diablo estaba solo en el infierno”, pierdan sus miedos y valoren la libertad; la libertad de educación, de credos, de emprendimiento, de pensamiento, de expresión, es decir de todo: lo político, lo económico y lo social.
No podemos negar que por mucho tiempo los miedos y la indiferencia han ido restringiendo esas libertades, y que se ha tergiversando la verdad, con lo cual muchos han terminado poseídos por la diabólica perorata de la izquierda, y han terminado encadenados a una realidad de mentiras y sometimientos.
Muchas vueltas le dimos al inserto en cuestión, pero después de todo la tertulia concluyó que, si bien era imposible redimir a la izquierda, había que seguir haciendo todos los esfuerzos necesarios para exorcizar a aquellos posesos que han caído -obnubilados por la retórica progresista- en las fauces de lucifer, y sumarlos a quienes creemos que…. ¡los secretos de la libertad son el coraje y la consecuencia, único camino para que se imponga la verdad!
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