Cristián Labbé Galilea
Leo y leo, miro y miro, escucho y escucho, y de tanto hacerlo me he convencido que nuestro entorno sufre de un extraño mal al que llamaría “reflejo condicionado a lo negativo”, denominación algo siútica de decir que está de moda “quejarse de todo” y, si alguien por efecto de algún estado pasajero dice algo positivo, le recomendamos que pida hora a un siquiatra.
Obviamente este espinoso diagnostico no involucra a toda la sociedad, sino que a una minoría, al sector más politizado -ese qué opina de todo y por todo- y que, según estudios recientes, no supera el 20 %, porque el resto -la mayoría- está en el país real y no quiere saber nada con la política.
Si algún sorprendido lector piensa que esta pluma ha caído presa de una delirante ingenuidad, de un extraño positivismo o de una leve y pasajera “gobiernitis”, me apuro a decir que nada de eso ha sucedido, sino que esta extraña y de pronto positiva prescripción surge -ni más ni menos- de lo que piensa el 80% que no se explica cómo las minorías han aplastado y acorralado a la mayoría, sin que ésta reaccione.
Veamos…
• En el otrora emblemático Instituto Nacional unos pocos “capuchas”, como se les ha dado por llamar a los grupos violentistas, tienen en jaque no sólo a la autoridad sino que dominan a miles de alumnos sin que esta mayoría reaccione. ¿Qué hacen los padres, apoderados, profesores, auxiliares, y los alumnos que quieren estudiar?
• En la Araucanía unos pocos terroristas, apoyados por minorías políticas, operan impunemente mientras la mayoría, que quiere vivir en paz y dedicarse a producir, ve como todos los días le queman sus propiedades, le roban sus bienes y le toman sus campos, ante la impavidez y el aturdimiento centralista que afecta a las autoridades nacionales.
• En el mundo de la política las cosas no son muy distintas; si bien en números son una minoría, sus peleas, encontrones, “decires y vestires”, son una vergüenza y una ofensa para esa mayoría que quiere trabajar más y no menos, que busca oportunidades y no dádivas, que prefiere emprender y no quedar a merced del clientelismo de turno.
Cuando nos preguntábamos sobre cuál sería el camino para despertar de su letargo a esa mayoría que piensa que, si bien las cosas se pueden hacer mejor, no todo esta tan mal… uno de los parroquianos presentes apuntó que lo primero y más urgente por hacer era: no dejarse amilanar, pensar positivo, levantar la voz y, defender lo bueno que se hizo en el pasado…
Muy serios todos, reflexionábamos sobre el punto cuando alguien dijo: “acordémonos de Pinocho…”. Silencio, pausa, luego… risas; el lenguaraz no demoró en explicar, con evidente ironía, que se refería a la película de Disney y en particular a Pepe Grillo, ese personaje que sugería que, cuando uno estuviera en líos o le fuera mal, diera un silbidito, y tatareó: “/cuando estés en líos/ o te vaya mal/para bien o para mal/ dame un silbidito… dame un silbidito…/”.
.