Cristián Labbé Galilea
Es frecuente que seamos distraídos por “ruidos” que distorsionan la realidad y que nos dificultan identificar las auténticas “señales” de lo que está ocurriendo. En ese sentido, los comentarios sobre el oscurecimiento solar, la copa América, los “gaps” presidenciales en el medio oriente, los ya frecuentes hechos de violencia… eclipsaron (para usar un término en boga) los alcances que tiene la detención de un Comandante en Jefe del Ejército, el General Oviedo.
El que en la actualidad existan dos comandantes en jefe detenidos, otro procesado (Cheyre), y vaya uno a saber con qué más nos va a sorprender la ministro Rutherford, es una situación que pareciera importar poco, y de la cual las autoridades buscan escapar escondiendo su cabeza, como el avestruz, o lavándose las manos como Poncio Pilatos.
¡Increíble…! Cabe legítimamente preguntarse: ¿No existe algún hombre de Estado, algún estadista que dimensione la gravedad de lo ocurrido?
La respuesta, muy breve: ¡No se oye padre!. Lo que confirma que en nuestro país hace rato se perdió la “matriz de racionalidad” que debiera garantizar, entre otras cosas: una sana convivencia, el irrestricto apego a los principios básicos de la razón, y el que, por intereses políticos mezquinos, no seamos arrastrados a complicados escenarios.
En el ABC de la política, se aprende que es un deber prioritario de todo hombre de Estado buscar los mecanismos para fortalecer el bien común, la paz, el orden y el bienestar de la sociedad en general, con lo cual los gobernados tendrían la garantía de que el bien de la comunidad está por sobre la pequeñez y los dividendos político partidistas.
Sin embargo en nuestro país, que a partir de la década de los ‘70 ha experimentado una transformación sustancial en lo político, lo económico y lo social, y que nos ha puesto en un escenario expectante en el concierto nacional e internacional, ocurre lo increíble: es la izquierda la que lleva la batuta mientras los partidarios de la sociedad libre, incautamente, bailan al compás que le tocan.
Cuesta creer lo que estamos viendo y viviendo:
• Por un lado, los militares presos y por el otro los políticos, que estuvieron involucrados en todo tipo de fraudes, están sobreseídos y “gozando de buena salud”.
• Por un lado, los militares procesados por un sistema judicial obsoleto e inquisidor, y por otro el resto de la sociedad bajo un sistema garantista que permite que los violentistas queden “libres de polvo y paja”.
• Por un lado, siempre hay razones para buscar arreglos cuando se producen irregularidades que involucran a políticos, y por el otro, implacable venganza cuando se trata de los militares.
Se podrían dar muchos ejemplos de cómo, por la persistencia de la izquierda y la indolencia de las autoridades, se ha instalado en nuestra sociedad política un vergonzoso doble estándar que no sólo deteriora la imagen y debilita el poder de las instituciones de la defensa, sino que permite cuestionarse si estamos viviendo en un auténtico estado de derecho. ¡Cuestión no menor!
Tal como me dijo un viejo contertulio: “la señal es súper clara… A nuestros políticos la situación les está quedando como poncho y eso es muy grave… Espero que atinen, antes de que sea tarde”.
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