Cristián Labbé Galilea

Así como se sabe que parte importante de los cuentos infantiles clásicos contienen, además de grandes enseñanzas, una velada crítica a la época en que fueron ambientados, es sabido también que conductas impropias de hombres públicos, que pueden parecernos simples bagatelas, son el vivo reflejo de la sociedad que representan.


En esta última categoría se inscriben, entre muchas otras, las frecuentes informalidades en el parlamento; el que un “Honorable” haya llegado a la Cuenta del Presidente caracterizado de Batman o el que en el mismo acto apareciera en la tribuna un mimo con cara de fastidioso…¡Una vergüenza!, pero ¿qué se le hace, si es el sino de los tiempos?

Por otra parte, lo que no es un cuento de niños, aunque como un clásico refleja nuestra realidad, es que esta semana las encuestas vuelvan a posicionar a Lavín como el político con más posibilidades de alcanzar la presidencia en las próximas elecciones.

Es como volver el tiempo veinte años, algo así como si estuviéramos viviendo en “El País de Nunca Jamás”, donde el escoces J.M. Barrie -en su novela Peter Pan- nos muestra un grupo de niños que viven alejados de la realidad, en un entorno que no cambia, donde no crecen, y cuya principal amenaza es el Capitán Garfio y su malvada camarilla (no vaya mi suspicaz lector a pensar que me refiero a algunos “señores políticos”).

Genial metáfora que nos permite mezclar fantasía y realidad. Si en “Neverland” los niños no crecen, en nuestra realidad hay muchos que no maduran; si allá viven en la irrealidad, aquí lo hacen en la irresponsabilidad; si allá no pasa el tiempo, aquí con el tiempo se les olvidó el pasado… ambos mundos mágicos.

A pesar de lo dicho, cada día son más los ciudadanos que se han liberado de la confusión y, despertados de la alucinación a la que estaban sometidos, han crecido y han percibido que las circunstancias políticas, económicas y sociales definitivamente cambiaron, por lo que ya no creen en cuentos de hadas. La realidad los ha obligado a crecer rápidamente, ya no son “los niños perdidos” del nunca jamás.

Liberados de la oscuridad y de la incapacidad de entender la realidad, el ciudadano de hoy prefiere: la estabilidad al caos; la honestidad por sobre la corrupción; la autoridad y la confianza en lugar de la decadencia y la desintegración; la libertad y la autonomía en vez del asistencialismo; ¡todos factores claves para la robustez de nuestra sociedad!

Sin embargo, como hemos señalado que los cuentos clásicos nos entregan enseñanzas y críticas, no podemos dejar de pensar que también existen los incautos que siguen “conejos blancos”, como ocurre en  “Alicia en el País de las Maravillas” (Lewis Carroll, 1865), donde la protagonista, por seguir a un hablador conejo blanco, cae en un lugar donde todo parece absurdo e ilógico, donde campea la intolerancia y el surrealismo…

¡Saque mi habilidoso lector sus propias lecciones y conclusiones!