Cristián Labbé Galilea


Pasadas las celebraciones del año nuevo, cuando se han disipado los efectos de los mostos y las vituallas previstas para la ocasión, cuando aún resuenan los buenos augurios para el año que viene, cuando se han “jugado” todas las cábalas -ropa interior amarilla, comer uvas y unas cucharadas de lentejas-, mantenemos la esperanza en que atrás hemos dejado lo malo y que lo bueno está por venir… ¡Total, nada se pierde con soñar!

Son los buenos deseos que todos tenemos, aunque estemos conscientes que se trata de un autoengaño, un leve y natural estado psicológico que asumimos como mecanismo de defensa para olvidarnos de los problemas que nos afectan, y como una forma de mirar positivamente el futuro, aunque todos sabemos que, para que las cosas vayan bien, tenemos que esforzarnos, porque… ¡nunca mucho costó poco!

Así son las cosas, pero también hay que decirlo, las circunstancias juegan un rol predominante, “uno es uno y sus circunstancias” (Ortega y Gasset); si se trata de ponderar el contexto o las condiciones en que nuestros buenos deseos deben cumplirse, no podemos ocultar que la realidad por la que atraviesa nuestro país no puede ser menos estimulante.

Pocas veces hemos tenido una situación política tan alejada de la realidad; tenemos un gobierno que “no ha dado el ancho”, y que ha demostrado ser incapaz de abordar los retos más urgentes que el país reclama.

Veamos… El panorama económico ha dado nulas señales de avance: la inversión privada no se ha visto, la “tozuda” inflación no ha sido controlada; todo esto ha significado que el crecimiento no se vea por ninguna parte, agravando la situación de las listas de espera en salud, la reactivación educacional, la disminución del déficit habitacional, el aumento del desempleo y del comercio informal.

Párrafo aparte merecen la corrupción, la inseguridad, la violencia, el crimen organizado, el narcoterrorismo, la inmigración descontrolada, áreas prioritarias para la ciudadanía y en las cuales no hay dos opiniones: el gobierno no sólo no ha logrado ningún avance, sino que además parece importarle poco el tema. La mejor demostración fue el discurso del Presidente el 31 de diciembre: puros lugares comunes, buenismos, y frases poéticamente hilvanadas, pero sin ninguna sustancia... ¡Puro bla, bla!

De la oposición ni hablar; enredada en disputas de poder, personalismos y egoísmos electoreros, ha sido incapaz de formular “un Proyecto País” que convoque al 70% de quienes rechazan la gestión del gobierno y no le creen al Presidente.

En fin, son muchos los deseos que se conjugan al iniciarse el año, pero para esta pluma, lo más importante es que la oposición deje de mirar las encuestas y se decida a que, cuando sea gobierno, atacará con firmeza la seguridad, eliminará Ministerios como el de la mujer y el de las culturas, eliminará el INDH, reducirá el Estado, terminará con los proyectos que no muestren resultados, cerrará las fronteras y expulsará a los inmigrantes ilegales; esto, entre muchas otras… ¡medidas audaces!

.