Cristián Labbé Galilea


La Navidad en todas partes del mundo genera un espíritu especial; siendo una festividad de origen cristiano, trasciende las fronteras religiosas, promoviendo “around the world” diferentes manifestaciones de un espíritu de esperanza, concordia, paz y buenos deseos para los tiempos venideros.

Sin expresarlo, en esta época todos asumimos el compromiso de enfrentar el futuro con responsabilidad, convicción y firmeza, ya sea en nuestra vida personal, profesional o social, lo que nos debiera llevar a ponderar adecuadamente las consecuencias de nuestras acciones y decisiones, en el convencimiento que ellas tendrán un impacto en alguna parte o en alguna persona; este convencimiento nos ayuda a tomar decisiones sabias y reflexivas.

Si bien a esta pluma le nacen tales reflexiones motivadas por la navidad y la llegada de un nuevo año, al levantar la vista de las líneas escritas y mirar por “la ventana de la contingencia”, la realidad echa por tierra esos buenos deseos.

Aprovechándose del tráfago navideño, y convencidos que aun creemos en el Viejito Pascuero (nada personal, Papa Noel), los señores políticos nos quieren pasar “gatos por liebres” con los recursos adicionales de las cotizaciones previsionales (6%) y con vagas iniciativas destinadas a regularizar a los inmigrantes ilegales.

Entre “gallos y medianoche”, nuestros legisladores están inventando fórmulas para permitirle al gobierno que “haga de las suyas” y estarían llegando a un acuerdo en que el 6% adicional se repartiría en: un 3,5% que iría a la cuenta individual; un 0,5% que iría “a reparto” para igualar pensiones entre hombres y mujeres y, un 2% que iría a un préstamo al Estado por 40 años. Dicho en simple, el gobierno “saldría con la suya” logrando su proyecto con el apoyo, una vez más, de la oposición.

Por muy espíritu navideño que nos motive, en el tema de las pensiones, como en el de la inmigración ilegal, “no caben medias tintas”, el asunto hay que pararlo de frentón. Si el gobierno logra estos propósitos, se abrirá un forado que no habrá cómo taparlo. Una vez más el gobierno, a pesar de su absoluta ingobernabilidad, habrá jugado con la ambigüedad de la oposición, y habrá logrado un incontenible desborde de la izquierda refundacional.

Claramente es la hora de asumir con decisión, coraje y valentía, las amenazas que se ciernen sobre nuestra realidad.

¿Recuerdan mis ilustrados contertulios la historia del “niño héroe” que salvó a los Países Bajos tapando con su dedo un pequeño forado de la represa que amenazaba con colapsar y acabar con la vida de toda su comunidad?

Pues bien, esta historia nos enseña que existe una gran diferencia entre quienes asumen su deber, toman la iniciativa y enfrentan los problemas con valentía, y quienes buscan intereses personales. El tema está claro: La verdadera responsabilidad no se mide por lo que decimos, sino por lo que hacemos. En situaciones como las descritas… la acción debe ser inmediata y la respuesta clara, si el “viejito pascuero” existiera nos diría: “hay que decir que no… jo… jo… jo”.

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