Cristián Labbé Galilea


Al ver los noticiarios, leer los periódicos, escuchar a los opinólogos y analizar la conducta ciudadana, se podría concluir que el ciudadano corriente ha ido perdiendo su capacidad de asombro, frente a los reiterados actos de descomposición del sector público. Lo decía Dostoyevski: “El ser humano, es un animal que se acostumbra a todo”, y “de mi cosecha” agregaría que especialmente el chileno; la violencia, el crimen organizado y el narcotráfico, nunca antes visto… son en la actualidad “el pan nuestro de cada día”.

Dudo que alguno de mis preocupados contertulios difiera, amén de lo dicho, que en el último tiempo y con la izquierda en el poder, se ha instalado en nuestro país un flagelo al que no estábamos acostumbrados, y que hoy aparece en todos los rincones del Estado… la corrupción.

El caso Hermosilla es la gota que ha venido a rebalsar un vaso del cual ya se tenía información: sobresueldos, colusiones, caso Caval, malversaciones; últimamente las fundaciones, el amiguismo, el nepotismo… y varios otros etcéteras que, esta vidente pluma advierte, aumentarán en el futuro inmediato, alimentadas por el miedo de la izquierda a perder el gobierno. Como decía don Gato… ¡Hay que langüetear el plato!

Preocupa que, ante esta cruda realidad, el ciudadano común, se molesta pero no se asombra y, “en la medida de lo posible”, busca evadirse convirtiéndose en un animal de costumbre, a pesar de comprobar que sus expectativas particulares se ven ensombrecidas por un sector público en total descomposición.

Cómo no, si la corrupción genera consecuencias nefastas en el funcionamiento de las instituciones del Estado, en la confianza pública, en la independencia de la justicia y en el prestigio de la sociedad política. De allí entonces que “el asombro” y “el rechazo” de la comunidad deban ser “el primer paso” para restablecer el “Estado en Forma” (Portales).

Una actitud decidida de la Sociedad Civil es el mejor antídoto contra el hastío y la desesperanza que provoca la impudicia del ente público.

Por otra parte, es prioritario que “los señores políticos” que se dicen partidarios de la Sociedad Libre, asuman el compromiso de perseguir todo acto de corrupción, y perseverar en que ellos no queden impunes.

Para quienes, como esta modesta pluma, creemos en los principios de la libertad, la propiedad, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley, el progreso y el bienestar social, y sabemos que la integridad institucional del Estado, y la transparencia en la función pública, son los pilares básicos de la Sociedad Libre, es nuestra obligación denunciar sin miramientos ni contemplación a un gobierno que se ha dejado invadir por la corrupción.

En pocas palabras, ninguna persona honrada, menos aún nuestros representantes políticos, pueden quedarse indiferentes ante la descomposición que campea en el país, salvo los que profitan silentes de un Estado en el que proliferan la injusticia y las dádivas políticas. Cómo no, si la izquierda sabe muy bien que “el que mama no llora” ... por eso están calladitos.

.