Cristián Labbé Galilea
Siempre la lluvia se ha considerado una bendición, desde chicos nos enseñaron a cantar /que llueva que llueva/ la vieja está en la cueva/ los pajaritos cantan/ … Pero la que ha caído en estos días más parece maldición, porque el chaparrón que se nos ha dejado caer debiera ser visto como un “téngase presente”, “una evidencia” sobre la extrema pobreza en que viven muchos compatriotas.
Es cierto que pocos fenómenos meteorológicos generan tanta magia como la lluvia; musa de poetas y artistas de todas las épocas, la lluvia despierta tranquilidad, armonía, e invita a reflexionar pero, como advierte el refrán, “lo poco agrada, lo mucho enfada”.
Cómo no, si irrita ver los niveles de extrema pobreza a los que hemos llegado. ¿Cuándo habíamos visto tanta miseria, tantos campamentos, tantos rucos, tanta gente en situación de calle? Ni que decir de quienes aún esperan soluciones a pasadas catástrofes; claramente el país va “marcha atrás”.
Algún ecléctico contertulio pensará que no hay motivo para extrañarse, porque la naturaleza cada cierto tiempo nos exterioriza su poder. Es cierto, se desbordan los ríos, las marejadas arrasan con lo que pillan… pero el problema es otro: desde hace tiempo las autoridades, y en especial la sociedad política, se desenfocaron, perdieron el norte; para ellos la pobreza dejó de ser prioridad, la prioridad son ellos.
La falta de recursos será siempre un argumento a esgrimir para explicar por qué no se hacen las cosas, pero en nuestra realidad la falta de recursos tiene dos explicaciones: el nulo crecimiento que experimenta el país, y la nula gestión pública, especialmente en materia social.
Del crecimiento ni hablar. Las señales que recibe a diario el mundo de las inversiones son confusas y poco atractivas; en cuanto a lo social, el foco se cambió a financiar proyectos que apuntan a agendas ideologizadas y políticamente rentables en el corto plazo.
Precisamente en estos días hemos sido testigos de la millonada de pesos que el Estado gastó en las elecciones Primarias recién pasadas, amén del gasto en los fallidos procesos Constituyentes. Ahora los partidos políticos se frotan las manos para recibir los adelantos que el Fisco les hará en agosto para que enfrenten las elecciones de Octubre… Millones y millones que debieran haber ido al sector social.
Además, estas primarias que los contribuyentes han debido financiar no son más que desencuentros dentro de las coaliciones políticas. ¿No hay mecanismos más modernos y económicos para dirimir sus conflictos internos? ¿Por qué no los financian las mismas coaliciones? ¿Por qué comunas como Lo Barnechea reciben recursos, mientras municipalidades de bajo presupuesto como Independencia, Puente Alto… deben destinar recursos para estos efectos?
La respuesta es muy simple… hace tiempo que la política, y en particular este gobierno, perdió el foco social.
Concluye esta pluma que estos aguaceros deben ser vistos como “una alerta” sobre la vergonzosa pobreza que existe en nuestro país; en cuanto al agua caída, habría que agregar: “es bueno el cilantro, pero no pa’tanto”.
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