Cristián Labbé Galilea
 

Abstraído mirando el rio Calle Calle (Valdivia, X Región) y mientras tarareaba: - /de Corral voy a Valdivia/… /vengo de Niebla y Amargos/ y he quedado sorprendido/ porque no he visto nublado / ni de tristeza he sabido/-, fui aterrizado abruptamente por un contertulio que me llamaba para reprocharme que mis últimas columnas le parecían “muy suaves”, e irónicamente las catalogó de “poéticas”, al tiempo que me sugería “endurecer la pluma”.

Caí en la cuenta de que algo de cierto había en su comentario, si uno lo miraba desde la perspectiva de un “humanoide politizado”. Para estas personas todo es políticamente: correcto o incorrecto, blanco o negro, de izquierda o de derecha, bueno o malo; y lo peor, están convencidos que todos “andan por las mismas”, se les olvida que la mayoría vive preocupada de sus asuntos personales, familiares, laborales o de cualquier otro temas y no de la menudencia política -menos en esta época-.

El país real, ese que “los señores políticos” han dejado de representar, es el que hoy tiene atochados los aeropuertos, los terminales de buses, los peajes; es ese ciudadano común y corriente que: se compró el auto, el plasma, el refri… todo en mil cuotas; el que concretó o está por lograr el sueño de la casa propia y que ahora, ya sea con ofertas especiales, en hostales o en carpa, sale de vacaciones con todo el familión…

Ese ciudadano no quiere saber de política contingente, de conflictos, de odiosidades, sólo aspira a poder progresar, y es -a juicio de esta pluma- quien mejor representa el país que queremos. Más o menos endeudado, más o menos progresista, más o menos liberal, lo que sí tiene claro es que no quiere desandar lo recorrido y menos intoxicarse con “la política de cloacas”.

Ese segmento, mayoritario en nuestro país, aprendió que ya no son sólo las élites las que pueden aspirar a una mejor calidad de vida, sino que hoy son muchos los que pueden soñar con un mejor destino para ellos y sus familias. A golpe de no pocas caídas y de duras experiencias, propias o ajenas, asimiló que el progreso se consigue por el camino propio, con mucho esfuerzo y en una sociedad donde se respire un clima de orden, libertad y estabilidad en lo político, lo económico y lo social.

Tome cuenta mi ilustrado lector de que, por el camino de los atascos en aeropuertos, tiendas o supermercados, hemos llegado a la elemental conclusión de que para un mejor bienestar de todos y no sólo de unos pocos, es indispensable que exista: libertad, orden, propiedad y, por supuesto, fraternidad, tan contrarias a la odiosidad e intolerancia, que se respiran en el mundo político, y al que mi contertulio quiere contribuir demandando que… “esta pluma se endurezca”.

También es cierto -en parte- que lo dicho es un “wishful thinking” -una ilusión, una quimera, un sueño- porque mientras exista ese “vampiro anémico” que es el Estado, que nos desangra con los impuestos para alimentar a su sequito de elegidos, designados, nominados y tantos otros que “profitan” en cómodas e ineficientes posiciones, el ciudadano aspiracional -el de la casita, el del auto chino y el de las mil cuotas-… tendrá que seguir deslomándose para alimentar a ese insaciable y ávido roedor.

Fuente: https://www.facebook.com/notes/cristi%C3%A1n-labb%C3%A9-galilea/columna-semanal-el-vampiro-an%C3%A9mico/1590531714415212/

 

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