Cristián Labbé Galilea
“En todas partes se cuecen habas…” y aquí, a nivel nacional, se cuecen a “calderadas”. Infaliblemente, a ratos nos vemos sorprendidos por personajes y actitudes que nos dejan “épaté…”. Son tiempos muy extraños; es frecuente oír el ponzoñoso lamento “qué mal estamos”, para luego escuchar un sutil y casi inaudible “pero no tan mal”. Es tan extraño todo… pareciera que, sin darnos cuenta, nos hemos ido transformando en alguno de esos curiosos personajes de “Alicia en el País de las Maravillas” (Lewis Carroll, 1865), donde todo parece sin sentido.
Este último tiempo, quien ha llevado la batuta en esto de mostrar conductas sorprendentes ha sido “el señor Presidente”… quien, con una desfachatez directamente proporcional a su “desgarbada prestancia”, ha asumido políticamente una “piadosa actitud de converso”.
Algo así como si el novel gobernante, después de años -más bien una vida- sirviendo a la izquierda más dura como si se tratara de una secta religiosa, de la noche a la mañana hubiera sido visitado por el mismísimo Lucifer, quien le advierte: “Gabo… ´las misas´ van en otra dirección… Hay que apoyar a Carabineros y, si es necesario, acompáñalos en sus operativos de seguridad”.
Como político de “poca monta”, nuestro protagonista le cree a Satanás y decide, sin más, que basta con cambiar de opinión para generar confianzas en los actores nacionales e internacionales, subir en las encuestas y dar señales de gobernabilidad. Se obliga a sobreactuar… va y viene, dice y no hace, la ruptura con su pasado es absoluta… ahora, “hay que ponerse el casco de General” y no orinar en él, hoy no hay marcha atrás…
Lo que no sabe nuestro irreverente personaje es que toda conversión, para ser creíble, requiere no sólo “de verbo” sino de “acción”, arrepentimiento y dolor, es decir, un largo proceso de penitencia. La conversión es un proceso nada sencillo, donde quizá lo más importante es reconocer y arrepentirse de conductas anteriores… Nada de eso se ha visto. En consecuencia… ¿quién le va a creer… a un burro que puede volar? ¡Nadie!
Es extraño, por otra parte, que Lucifer haya olvidado advertir a “nuestro converso mandatario” que la feligresía “no comulga con ruedas de carreta”, pues ella tiene muy claro que estas conversiones políticas no son más que muestra de oportunismo. Baste recordar a Enrique IV, antiguo y fervoroso protestante que, para ser coronado Rey de Francia, (1593) se “convirtió” al catolicismo con la célebre frase: “Paris vaut bien une messe” (París bien vale una misa).
Además, hay que decirlo, una conversión fingida no es válida ni menos creíble, por lo mismo, si algo ha perdido este gobierno es credibilidad. La imagen que se nos ha querido vender en el último tiempo es inaceptable… En estos momentos no nos podemos confundir: cómo me dijo un contertulio… “cada olla tiene su tapa, y la “tapa” de la ’conversión oficial‘ no le sirve a la Cazuela (cacerola) donde se cuece nuestro futuro”.
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