Cristián Labbé Galilea


Ver el video de un Carabinero reduciendo a una mujer por el cuello en un procedimiento, impresiona y, escuchar los comentarios que repiten de “memoria” personas que se supone ilustradas, sorprende. Todo Kafkiano… nada cuadra, la prensa como es su costumbre se da un festín, el caso parece increíble, literalmente… difícil de creer, porque, se diga lo que se diga, ese no es el actuar de Carabineros ante un procedimiento de rutina.

Inquisidora y no dispuesta a “comulgar con ruedas de carreta”, esta pluma se enteró que se trataba de una Constituyente, la que bajo la influencia del alcohol había generado una escandalosa riña familiar, había producido destrozos en el edificio donde reside, había dejado a su hijo de tres años abandonado y que, después de eso, escondida debajo de un vehículo, se resistió con violencia a ser detenida por Carabineros, que habían sido alertados por vecinos.

Lo que sigue está también claro: llevada la Constituyente a la Comisaría, rápidamente “se dio maña” y se transformó en víctima, acusando a la policía de victimarios; resultado… un carabinero dado de baja en forma instantánea y ella “la perla” a su casa, sin otro costo que “la resaca de una noche de pasión y alcohol”.

Las señales que del caso se desprenden son extremadamente graves: una vez más somos testigos que un miembro de la Constituyente -los que venían a “depurar” la política- es parte de un gran escándalo público, que un Carabinero es dado de baja sin un debido proceso, que el hilo se corta por lo más delgado, y que la policía operativa “queda sin piso”, lo que hace muy difícil que en el futuro se jueguen por el orden y la paz social; además, la prensa como siempre investiga e informa “lo que quiere”.

Si lo anterior es grave… hay algo más que no se ha dicho y que reviste síntomas de una peligrosa descomposición: el tráfico de influencia en el mundo de la política. Mis sagaces contertulios dirán que esa práctica ha existido siempre, es cierto… pero lo sorprendente es que, en la actualidad, esta impropia conducta se realiza con total desfachatez.

Existen pruebas que, una vez que la protagonista del escándalo es llevada al cuartel de Carabineros, empiezan a operar las redes del poder político: llegan autoridades de diferentes jerarquías, se sugiere que se cambie el “relato” de quienes realizaron el procedimiento, no hay alcoholemia ni test de drogas a la “supuesta víctima”, no hay declaración de testigos ni de los vecinos denunciantes… en suma, sólo lo que dice la Constituyente y un video arteramente editado.

Esta más que claro, el obsceno tráfico de influencia del caso que, “de buenas a primeras”, termina con un Carabinero dado de baja y una delirante constituyente victimizada, da cuenta de cómo cada vez son menos los que perciben que nuestra realidad política se ha transformado en una peligrosa “tela de arañas” donde siempre quedan atrapados los más débiles y libres los poderosos.

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