Cristián Labbé Galilea


La columna anterior advertía que el país había tomado un peligroso rumbo de colisión.

Lamentablemente los últimos acontecimientos han confirmado no sólo que la amenaza era real, sino que “se había colisionado” y que la “herida” producida en el “casco institucional” del país es de extrema gravedad… ¡La zozobra de nuestro ordenamiento constitucional parece inminente!

¿Que es dramático? Claro que lo es, cómo no, si la estructura del Estado ha sido consciente y peligrosamente comprometida.

Con las averías y los daños que están a la vista, ninguna estructura política se podría mantener a flote, menos aun cuando los Poderes del Estado han dejado de cumplir sus legítimas funciones: uno se ha extralimitado… otro ha renunciado a ejercer sus deberes y, el otro… se hace “el de las chacras” mirando para el lado como si viera llover.

Así las cosas, hemos terminado haciendo agua por todos lados… El parlamento hace y deshace, el Ejecutivo pierde su capacidad de gobierno y todo termina siendo judicialmente tolerable.

Por lo mismo, el ciudadano común se desconcierta al ver el espectáculo que están dando los políticos. No es fácil entender la irreverencia, la insolencia, la desfachatez, con que parlamentarios, incluso los del sector gobierno, se refieren al Presidente, a los ministros y a la situación en general… porque ese lenguaje es propio de pandilleros.

Es cierto que el Presidente está por los suelos en su aprobación y que los ministros tampoco han dado el ancho, pero nada justifica que los parlamentarios del sector traicionen los principios y valores por los cuales fueron elegidos. El espectáculo que están dando, además de lamentable, es la confirmación de una sucesión de deslealtades a todo nivel, donde no se exime al Presidente quien, con su falta de liderazgo y exceso de soberbia, ha defraudado a sus electores, ha desatendido su condición de autoridad y ha incumplido los compromisos asumidos… (por ejemplo, con los militares).

De la oposición ni hablar. A pesar de estar multifragmentada, ha aprovechado la mayoría circunstancial que tiene para avanzar, siguiendo las pautas de la izquierda más radical, en el desmantelamiento del sistema político, económico e institucional, que puso a nuestro país en uno de sus mejores momentos y que, a pesar de lo que ellos digan, generó progreso, bienestar y oportunidades, especialmente a los sectores antes postergados.

Es imposible, por más optimista que se quiera ser, soslayar que vivimos momentos críticos: nuestra institucionalidad está yéndose “a pique” indefectiblemente. En menos de un mes tendremos cuatro elecciones, una de las cuales es la de Constituyentes, donde la izquierda tiene su libreto definido “calculado y redactado”, por lo que no es muy aventurado advertir que se nos viene un largo periodo de conflictos, inestabilidad y anarquía.

En pocas palabras… hay que tomar muy en serio la coyuntura que estamos viviendo. Pensar (Bíblicamente) que hay que “perdonar” a los políticos porque “no saben lo que hace” es inaceptable, ya que, al menos… ¡La izquierda sabe muy bien lo que hace!

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