Cristián Labbé Galilea


Qué duda cabe, vivimos la III Guerra Mundial. Me dirán que exagero… ¡no! Sólo quiero ser realista. El mundo está estremecido, ningún rincón del planeta está seguro. Un lugar tan apartado como Caleta Tortel ha sido atacado, al igual que Nueva York, Jamaica, Fiji, Venecia; nadie está libre de la agresión de este enemigo que, además de invisible, es implacable: no distingue raza, religión, sexo ni situación económica…

Las dos guerras que antecedieron a ésta, a pesar de tener el carácter mundial, no fueron tan globalizadas. Si fueron mundiales, fue porque involucraron a las grandes potencias y porque se luchó en diversos frentes del planeta, pero nunca el mundo entero estuvo movilizado, nunca se vio tanta urbe desierta y paralizada… ¡una película de terror!

Con diferencias, el mundo se ha ido uniendo para enfrentar esta pandemia, la que sin duda será derrotada, como ocurrió con la Peste Negra, la Gripe Española, el H1N1, el Sida, etc. Sin embargo, hay que dejar establecido que ninguna de ellas fue tan propagada como esta.

Pero tienen que pasar muchas cosas antes de vencer a esta calamidad. Esto no será breve, cualquiera sea el derrotero que se siga y, en el caso nuestro, aún más complejo porque entramos en una época del año -para el caso- muy delicada, otoño – invierno, de la que el hemisferio norte viene saliendo.

En estas reflexiones, imposible obviar que nuestra generación es hija de la posguerra (II G.M.); crecimos escuchando a nuestros “viejos” hablar sobre las atrocidades de la guerra y sobre los esfuerzos que tuvieron que realizar para reconstruir un “nuevo mundo” de libertad, democracia, progreso y bienestar… Además, vivimos las guerras de la posguerra, Corea, Vietnam, Medio Oriente… y ahora nos toca la III Guerra Mundial… ¡No ha sido fácil!

Me preguntan: ¿Cuánto va a durar esta situación?... ¿Dónde vamos a ir a parar?... ¿Qué va a pasar…? Respondo… “Chi lo sa” (Quien lo sabe).

Lo que me queda claro es que nada será igual que antes y que, de ello, debemos advertir a las generaciones jóvenes, porque el camino que les tocará recorrer será duro, y deberán enfrentarlo con decisión, convicción y mucho sacrificio. Nosotros… ¡estamos de salida!

Todo indica que vendrán cambios mayores, inimaginables hoy por hoy. Vendrán cambios políticos, donde estarán en juego la democracia, la libertad, los derechos, el orden y la justicia; vendrán cambios económicos, donde la propiedad, el libre emprendimiento, el mercado, el dinero, tendrán otros valores. También vendrán cambios culturales; el concepto de privacidad, de heterogeneidad, la noción de ciudad, de barrio, de vida comunitaria, sufrirán un “aggiornamento”.

Como lo único que quisiera es estar equivocado, leo y releo a Albert Camus, (La Peste), a Thomas Mann (La Montaña Mágica), a Jose Saramago (Ensayos sobre la ceguera) pero para titular esta columna me quedo con la novela de José María Guironella “Los Cipreses creen en Dios”, donde sostiene que “Todo aquello que los humanos no pueden hacer, lo sigue realizando el Creador”.

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