Por Camilo Cammás Brangier
Abogado, analista legislativo
Director Fundación Voz Nacional


Resulta un craso error reducir la política al fenómeno político-formal, es decir a los resultados electorales, a la economía y a la administración del modelo social del momento.

La política es, más bien, la ciencia arte y técnica de llevar a cabo el proceso de gobierno o control y dirección social en orden a la realización histórica de un ideal. La filosofía es un ejercicio de determinación de la razón, términos y sentido de la vida y la política es la aplicación de esa razón, términos y sentido de la vida, por lo tanto es filosofía aplicada.

Cada filosofía tiene su propia política y cada política expresa una determinada filosofía.

La cultura está sujeta a luchas cuyo objeto es definir su contenido. En esta batalla lo que está en juego es hegemonía, es decir, poder dar control y dirección a una sociedad, cambiando la forma de pensar y actuar de las personas e instituciones.

Las ideas tienen consecuencias. Quienes trabajan con ellas son los protagonistas de la batalla cultural: los intelectuales. Las premisas de la vereda contraria jamás han sido contestadas y por ello dominan el pensamiento actual.

La batalla cultural se da de una forma abstracta. Sin embargo, los efectos de esta son visibles y afectan a toda la sociedad.

Para defender las ideas de una sociedad libre y contrarrestar el discurso de quienes atentan contra estas se requiere, del mismo modo, personas que puedan entregarse y comprometerse al máximo con esta responsabilidad que, a la vez, es un privilegio.

Los enemigos de la sociedad cuentan con un enorme financiamiento, lo que les permite tener una gran cantidad de activistas dedicados a esto de forma profesional, y aun cuando sean minorías, ejercen un tremendo poder.

Quienes buscan contestar este discurso no reciben aportes ni de gobiernos ni de organismos internacionales, pues estos, en general, están muy ocupados financiando las ideas del progresismo, que atentan contra la vida, la familia, las buenas tradiciones y los derechos fundamentales, que son los pilares fundamentales de una sociedad libre y sana ¿por qué? Porque eso es más popularmente aceptado por una mayoría con grave escasez de educación y superávit de necesidades básicas no resueltas y que finalmente, representan la masa votante. Hay quienes llaman a tal fenómeno de la selección de inversión como “nivelación hacia abajo”, yo le llamo derechamente inconsecuencia.

El trabajo de quienes dan la batalla cultural hoy en día se realiza de forma casi exclusivamente voluntaria, con una enorme desventaja frente a la vereda opuesta. Para poder cumplir una misión que cause un impacto significativo, se requiere el respaldo de personas comprometidas con la batalla cultural que dan estas personas para que sea posible su existencia.

No todos pueden ni quieren, por diversos motivos, involucrarse directamente en el trabajo de dar la batalla cultural, lo cual es algo comprensible y respetable, e incluso justificable. Sin embargo, existe una expresión en inglés que dice “put your money where your mouth is”, es decir, “ponga su dinero donde están vuestras palabras”. Si usted está de acuerdo con defender ciertos valores, debe saber que es necesario apoyar las buenas obras e iniciativas. Quienes promueven los antivalores progresistas y globalistas cuentan con una gran variedad de organizaciones, fundaciones, ONGs y activistas profesionales, así como con una infinita cantidad de recursos económicos para poder dedicarse exclusivamente a lograr sus objetivos. Esta no es la situación habitual de quienes buscan hacerles el contrapeso. Ya están los valientes, los dispuestos a estampar su firma, asumiendo todo el desgaste emocional que de eso sea consecuencia, pero la batalla se gana con el apoyo más allá de lo moral.

Lo que hoy vemos en este congreso es el resultado de la inversión ¿O acaso creen que esa minoría no tuvo preparación? ¿Que de cuna vienen con esa “iluminación” para marcar una diferencia? No Señores, esa fuerza alguien la pagó, los que están detrás del mayor peligro para la sociedad y, particularmente, nuestro país: aquellos cuya alma está llena de resentimiento, odio, egoísmo y, por sobre todo, hambre de todo lo que honradamente otros han logrado con trabajo y esfuerzo honesto, y a quienes ven como el enemigo sólo por haber tenido un poco más de suerte o por haber hecho mejores decisiones.

El valor de unos es la sombra para otros. Esos otros que buscan luz a partir de la destrucción ¿lo vamos a permitir?

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