Martes 11 de julio de 2017
"El fascismo es casi idéntico al socialismo. Y como el socialismo, el fascismo se opone también radicalmente al capitalismo...".
Uno de los insultos que más disfruto en redes sociales es el de "fascista". Por algún motivo, para cierta izquierda, el liberalismo y el fascismo son la misma cosa. Veamos entonces si tienen razón aquellos que pretenden etiquetar de fascistas a los que defendemos un Estado limitado, un mercado abierto y la más amplia libertad individual posible.
Partamos citando al líder del partido fascista italiano, el dictador Benito Mussolini, que de seguro sabía algo sobre el tema. En su escrito "La doctrina del fascismo", el Duce diría lo siguiente: "Anti individualista, la concepción fascista de la vida destaca la importancia del Estado y acepta el individuo solo en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado... Es opuesto al liberalismo clásico que surgió como reacción al absolutismo y agotó su función histórica cuando el Estado se convirtió en expresión de la conciencia y voluntad del pueblo. El liberalismo negó al Estado en nombre del individuo; el fascismo lo reafirma". Los fascistas, dice entonces Mussolini, creen en que el Estado prima por sobre el individuo, rechazando categóricamente el liberalismo clásico -hoy muchas veces mal llamado "neoliberalismo"-. Reivindican una visión colectivista según la cual el Estado es el agente fundamental del progreso social, económico y moral, y máxima expresión de bienestar colectivo, además de único depositario de la "voluntad del pueblo". En todo ello, el fascismo es casi idéntico al socialismo. Y como el socialismo, el fascismo se opone también radicalmente al capitalismo.
Vea lo que diría Adolf Hitler, cuyas credenciales fascistas no se atrevería a disputar ni el más afiebrado antiliberal: "Somos socialistas, somos enemigos a muerte del sistema económico capitalista actual, porque explota al económicamente débil con sus salarios injustos, con su valoración del ser humano de acuerdo con la riqueza y la propiedad... y estamos determinados a destruir ese sistema bajo toda circunstancia". Si las palabras de Hitler le suenan casi idénticas a las de algunos políticos e intelectuales socialistas de moda que quieren acabar con el sistema "explotador neoliberal", es porque efectivamente están inspiradas en la misma doctrina colectivista. Hitler resumiría la esencia de esta visión de la mejor manera en su famosa frase de acuerdo con la cual "las necesidades de la sociedad vienen antes que las del individuo".
En la práctica, la aplicación de esta filosofía se tradujo en un híper generoso estado de bienestar. Según el historiador alemán Götz Aly, "la idea de un Volksstaat, un Estado del pueblo, para el pueblo, era lo que hoy llamaríamos un 'Estado de bienestar'". "Hitler prometió" -continúa Aly- "la creación de un Estado 'socialmente justo', que 'continúe erradicando todas las barreras sociales'". Aunque el Estado benefactor no implique necesariamente fascismo, este último sí implica necesariamente un Estado benefactor, además de férreo control económico.
En América Latina, el general Perón sería uno de los principales exponentes de esta doctrina que rechaza la libertad económica en nombre de la justicia para " el pueblo", creando un Estado clientelar e intrusivo. Los peronistas, por cierto, también suelen descalificar de "fascistas" a los que promueven la libertad individual y el sistema de mercado, como si Perón, un confeso admirador de Mussolini, no hubiera precisamente instaurado un sistema económico filo fascista en Argentina y como si los Kirchner no hubieran elevado ese mismo sistema a categoría de culto.
Para resumir: los fascistas rechazan visceralmente el mercado, afirman el Estado como el depositario absoluto del bien colectivo, buscan incrementar el poder público, extendiéndolo a todas las áreas de la vida económica y social, reclaman ser portadores de la "voz del pueblo" que solo ellos pueden representar, promueven el asistencialismo estatal mediante el financiamiento de todo tipo de derechos y descreen del individualismo, por considerarlo inmoral, contrario al bien común y fuente de todo tipo de injusticias sociales. Suelen, por lo mismo, ser antiamericanos y denunciar el capitalismo "corruptor" y "explotador" que proviene de Estados Unidos.
Con estos antecedentes sobre la mesa cabe preguntarse quiénes son realmente los fascistas. Si les creemos a Hitler y a Mussolini, claramente son aquellos que condenan el mercado y el individualismo, creyendo en cambio, como diría literalmente el mismo Mussolini, que nada puede existir "fuera del Estado" ni ir en "contra el Estado", porque idealmente todo debería estar "dentro del Estado".
Partamos citando al líder del partido fascista italiano, el dictador Benito Mussolini, que de seguro sabía algo sobre el tema. En su escrito "La doctrina del fascismo", el Duce diría lo siguiente: "Anti individualista, la concepción fascista de la vida destaca la importancia del Estado y acepta el individuo solo en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado... Es opuesto al liberalismo clásico que surgió como reacción al absolutismo y agotó su función histórica cuando el Estado se convirtió en expresión de la conciencia y voluntad del pueblo. El liberalismo negó al Estado en nombre del individuo; el fascismo lo reafirma". Los fascistas, dice entonces Mussolini, creen en que el Estado prima por sobre el individuo, rechazando categóricamente el liberalismo clásico -hoy muchas veces mal llamado "neoliberalismo"-. Reivindican una visión colectivista según la cual el Estado es el agente fundamental del progreso social, económico y moral, y máxima expresión de bienestar colectivo, además de único depositario de la "voluntad del pueblo". En todo ello, el fascismo es casi idéntico al socialismo. Y como el socialismo, el fascismo se opone también radicalmente al capitalismo.
Vea lo que diría Adolf Hitler, cuyas credenciales fascistas no se atrevería a disputar ni el más afiebrado antiliberal: "Somos socialistas, somos enemigos a muerte del sistema económico capitalista actual, porque explota al económicamente débil con sus salarios injustos, con su valoración del ser humano de acuerdo con la riqueza y la propiedad... y estamos determinados a destruir ese sistema bajo toda circunstancia". Si las palabras de Hitler le suenan casi idénticas a las de algunos políticos e intelectuales socialistas de moda que quieren acabar con el sistema "explotador neoliberal", es porque efectivamente están inspiradas en la misma doctrina colectivista. Hitler resumiría la esencia de esta visión de la mejor manera en su famosa frase de acuerdo con la cual "las necesidades de la sociedad vienen antes que las del individuo".
En la práctica, la aplicación de esta filosofía se tradujo en un híper generoso estado de bienestar. Según el historiador alemán Götz Aly, "la idea de un Volksstaat, un Estado del pueblo, para el pueblo, era lo que hoy llamaríamos un 'Estado de bienestar'". "Hitler prometió" -continúa Aly- "la creación de un Estado 'socialmente justo', que 'continúe erradicando todas las barreras sociales'". Aunque el Estado benefactor no implique necesariamente fascismo, este último sí implica necesariamente un Estado benefactor, además de férreo control económico.
En América Latina, el general Perón sería uno de los principales exponentes de esta doctrina que rechaza la libertad económica en nombre de la justicia para " el pueblo", creando un Estado clientelar e intrusivo. Los peronistas, por cierto, también suelen descalificar de "fascistas" a los que promueven la libertad individual y el sistema de mercado, como si Perón, un confeso admirador de Mussolini, no hubiera precisamente instaurado un sistema económico filo fascista en Argentina y como si los Kirchner no hubieran elevado ese mismo sistema a categoría de culto.
Para resumir: los fascistas rechazan visceralmente el mercado, afirman el Estado como el depositario absoluto del bien colectivo, buscan incrementar el poder público, extendiéndolo a todas las áreas de la vida económica y social, reclaman ser portadores de la "voz del pueblo" que solo ellos pueden representar, promueven el asistencialismo estatal mediante el financiamiento de todo tipo de derechos y descreen del individualismo, por considerarlo inmoral, contrario al bien común y fuente de todo tipo de injusticias sociales. Suelen, por lo mismo, ser antiamericanos y denunciar el capitalismo "corruptor" y "explotador" que proviene de Estados Unidos.
Con estos antecedentes sobre la mesa cabe preguntarse quiénes son realmente los fascistas. Si les creemos a Hitler y a Mussolini, claramente son aquellos que condenan el mercado y el individualismo, creyendo en cambio, como diría literalmente el mismo Mussolini, que nada puede existir "fuera del Estado" ni ir en "contra el Estado", porque idealmente todo debería estar "dentro del Estado".
.